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wislawa szymborska. encuentro inesperado

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Encuentro inesperado
Somos sumamente corteses el uno con el otro,
decimos: qué agradable encontrarnos después de tantos años.
Nuestros tigres beben leche,
nuestros halcones van a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan frente a jaulas abiertas.
Nuestras víboras se quedaron sin relámpagos,
los monos sin inspiración, y los pavos reales sin plumas.
Los murciélagos renunciaron a nuestros cabellos tiempo ha.
Sucumbimos al silencio sin acabar la frase,
 sonreímos, sin recursos.
Nuestros humanos
no saben qué decirse.
Wislawa Szymborska, Kórnik, 1923- Cracovia, 2012
De Sal, 1962
En Paisaje con grano de arena, Lumen, Barcelona, 1997
Traducción de Jerzy Skvomirsky y Ana María Moix

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jacek gutorow. slur



Denigración

El problema con los límites: en un abrir y cerrar de ojos una docena de cuervos
pierde su individualidad y se convierte en bandada. Como ahora:
segundos gastados desaparecen en cuartos de hora
que trasladan su valor al recuento de la tarde.
El tiempo fluye y el espacio no es mucho peor:
la bandada de cuervos corta el cielo en diagonal.
Como si un nuevo continente emergiera
para recibir a medio camino a los cartógrafos nacientes
y a sus sueños. Tarde o temprano la bandada se dividirá
en pájaros. El mar romperá en olas.
Las olas en gotas. Una tarde afable podrá ser calculada
como el grano cosechado. La habitación se parecerá
a un reloj sin agujas.
Jacek Gutorow, Grodkow, 1970
Slur

The problem with boundaries: in the blink of an eye a dozen crows
lose their individuality and become a flock. Same as now:
frayed seconds disappear into quarters
that transfer their worth into the afternoon’s account.
Time flows but space isn’t any worse:
the flock of crows cuts the sky diagonally.
It’s as if a new continent were emerging
to greet halfway the nascent cartographers
and their dreams. Sooner or later the flock will break up
into birds. The sea will crumble into waves.
The waves into drops. A delicate afternoon will be calculable
like harvested grain. The room will resemble
a clock without hands.

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entre bastidores



Impresiones del teatro

Para mí el acto más importante de la tragedia es el sexto:
la resurrección de los campos de batalla de la escena,
el ajustarse las pelucas, las ropas;
el arrancarse el cuchillo del pecho,
el quitarse la soga del cuello,
el colocarse en la fila entre los vivos
con el rostro hacia el público.

Reverencias individuales y conjuntas:
la blanca mano sobre la herida del corazón,
la reverencia del suicida, 
las inclinaciones de la cabeza cortada.

Reverencias en pareja:
la cólera tiende la mano a la dulzura,
la víctima mira dichosa a los ojos del verdugo,
el rebelde camina sin rencor junto al tirano.

Pisoteo de la eternidad con la punta de la zapatilla dorada.
Dispersión de moralejas con el ala del sombrero.
Incorregible disposición a empezar de nuevo mañana.

Entrada en fila india de los muertos mucho antes,
ya en el tercer acto, en el cuarto, y entre actos.
Milagroso regreso de los desaparecidos sin huella.
El pensamiento en la paciente espera por entre bastidores,
sin quitarse las ropas,
con todo el maquillaje,
me emociona más que los soliloquios de la tragedia.

Pero lo realmente solemne es la caída del telón
y lo que se ve todavía por debajo de él:
una mano que rápida corre hacia una flor por aquí,
otra que agarra la espada caída, por allá.
Sólo entonces una tercera, invisible,
cumple con su deber,
y siento como un nudo en la garganta.


Wislawa Szymborska, Kórnik, 1923- Cracovia, 2012
de Si acaso, 1972
en Wislawa Symborska, Poesía no completa, Texto introductorio de Elena Poniatowska, Edición y traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia,  FCE, México, 2011 
imagen s/d

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o w de l. milosz. yo no me dirijo sino a

(2)
Yo no me dirijo sino a los espíritus que reconocieron la plegaria como el primero entre todos los deberes del hombre.
Las más altas virtudes, la caridad, la castidad, el sacrificio, la ciencia, y el amor del mismo Padre,
únicamente contarán para aquellos que, por su propio movimiento, reconocieron la necesidad absoluta de la humillación en la plegaria.
Yo no diré, sin embargo, del arcano del lenguaje, más que lo que la infamia y la demencia de este tiempo me permiten revelar.
Puedo cantar ahora libremente el cántico de la hora soleada de las noches de Dios y, proclamando la sabiduría de los dos mundos que fueron abiertos a mi vista, hablar, conforme a la medida impuesta por el compañero de servicio,
del conocimiento perdido del oro y de la sangre.
Yo he visto. Y quien ha visto, cesa de pensar y de sentir. Sólo sabe describir aquello que ha visto.
He ahí la clave del mundo de la luz. De la magia de los vocablos que aquí yo reúno, el oro del mundo sensible extrae su secreto valor.
Porque no son sus virtudes físicas las que lo hicieron rey de los espíritus.
La verdad es aquello en relación a lo cual lo Ilimitado está situado.
Mas la verdad no hace mentir el lenguaje sagrado: por cuanto ella también constituye el sol visible del mundo substancial, del universo inmóvil.
De este sol, el oro terrestre extrae su substancia y su color; el hombre, la luz de su conocimiento.
El lenguaje reencontrado de la verdad, nada nuevo tiene que ofrecer. Solamente despierta el recuerdo en la memoria del hombre que ora.
¿Sientes tú acaso despertar al más antiguo de tus recuerdos?
Yo aquí te revelo los orígenes sagrados de tu amor por el oro.
La locura sopló siete veces sobre el candelabro de oro del conocimiento.
Los vocablos del lenguaje de los Aaronitas son profanados por los niños mentirosos y los poetas ignorantes.
Y el oro del candelabro, asido por las tinieblas de la ignorancia, se ha tornado en el padre de la negación, del robo, del adulterio y de la masacre.
Esta es la clave de los dos mundos de la luz y de las tinieblas. ¡Oh, compañero de servicio!
Por el amor de esta hora soleada de nuestras noches,
por la seguridad de este secreto entre tú y yo,
sóplame la palabra envuelta de sol, la palabra grávida de cólera de este peligroso tiempo.
¡Te he nombrado! Hete ahí en el rayo delantero, en el seno de la nube cuajada, mudo como el plomo,
en el brinco y el soplo de la masa de fuego,
en la aparición del espíritu virginal del oro,
en el tránsito del óvalo a la esfera,
en la pausa maravillosa y en el santo descendimiento, cuando miras al hombre de hito en hito,
en la inmovilidad de la nube infinita, en la inmovilidad de una sola plegaria, obra de los orfebres del Reino,
en el retorno a la desolación vinculada con el Tiempo,
en el cuchicheo de compasión que la acompaña.

O.W. de L. Milosz, Szetejnie, 1911- Cracovia, 2004
de El Cántico del Conocimiento, Ensayo de traducción de Lysandro Z. D. Galtier, Ediciones Santo y Seña, 1951
imagen de Viktor Safonkin©, en Uno de los nuestros

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o w de l milosz. la enseñanza de la hora

(1)
La enseñanza de la hora soleada de las noches del Divino.
Para aquéllos que, habiendo pedido, recibieron y saben ya.
Para aquéllos a quienes la plegaria condujo a la meditación sobre el origen del lenguaje.
Los otros, los ladrones de dolor y de dicha, de ciencia y de amor, nada comprenderán de
   estas cosas.
Para entenderlas, es preciso conocer los objetos designados por ciertos vocablos esenciales
tales como pan, sal, sangre, sol, tierra, agua, luz, tinieblas, así como por todos los
   nombres de los metales.
Por cuanto estos nombres no son ni los hermanos, ni los hijos, sino los padres de los objetos sensibles.
Con estos objetos y el principio de sus substancias, ellos fueron precipitadas desde el
   mundo inmóvil de los arquetipos en el abismo tormentoso del tiempo.
Solamente el espíritu de las cosas tiene un nombre. La substancia de los mismos no ha
   recibido nombre todavía.
El poder de nombrar objetos sensibles y absolutamente impenetrables al ser espiritual
nos viene del conocimiento de los arquetipos que, siendo de la naturaleza de nuestro
   espíritu, están como él situados en la conciencia del huevo solar.
Todo cuanto se describe por medio de las antiguas metáforas existe en un lugar situado; en
   el único lugar situado de todos los lugares del infinito.
Esas metáforas que todavía hoy el lenguaje nos impone desde el momento en que interrogamos
   es misterio de nuestro espíritu,
constituyen vestigios del lenguaje puro de los tiempos de fidelidad y de conocimiento.
Los poetas de Dios veían el mundo de los arquetipos y lo describían piadosamente por medio
   de los términos precisos y luminosos del lenguaje del conocimiento.
La decadencia de la fe manifiéstase en el mundo de la ciencia y del arte por un
   oscurecimiento del lenguaje.
Los poetas de la naturaleza cantan la belleza imperfecta del mundo sensible conforme a una
   antigua modulación sagrada.
Heridos sin embargo por la discordancia secreta que guardan el modo de expresión y
   el sujeto,
e impotentes para elevarse hasta el único lugar situado, -entiéndase por ello Patmos,
   tierra de la visión de los arquetipos, –
imaginaron, en la noche de la ignorancia, un mundo intermediario, flotador y estéril:
   el mundo de los símbolos.
Todos los vocablos cuyo conjunto mágico ha formado este canto, son nombres de substancias
   visibles,
que el autor, por la gracia del Amor, ha contemplado en los dos mundos de la beatitud
   y de la desolación. […]

O.W. de L. Milosz, Szetejnie, 1911- Cracovia, 2004
de El Cántico del Conocimiento, Ensayo de traducción de Lysandro Z. D. Galtier, Ediciones Santo y Seña, 1951
imagen de Michael Cheval©, en Uno de los nuestros

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por qué me llamas con su nombre



En la torre de Babel


-¿Qué hora es? -Sí, soy feliz,
y solo me fata una campanilla al cuello
que suene encima de ti cuando estés dormido.
-¿Entonces, no has oído la tormenta? El viento ha sacudido el muro;
la torre ha bostezado, como un león, con su gran puerta
de goznes chirriantes. -¿Cómo? ¿Lo has olvidado?
Yo llevaba un sencillo vestido gris
abrochado en el hombro. -E inmediatamente después
el cielo se rompió en mil destellos. -Cómo iba  a entrar, 
si no estabas solo. –Vi de repente
los colores anteriores a la existencia de la vista. -Lástima
que no me lo puedas jurar. –Tienes razón,
probablemente fue un sueño. -¿Por qué mientes,
por qué me llamas con su nombre,
la amas todavía? -Oh, sí me gustaría
que te quedaras conmigo. -No siento rencor,
tendría que haberlo imaginado.
-¿Sigues pensando en él? -No, no estoy llorando.
-¿Y eso es todo? -A nadie como a ti.
Por lo menos eres sincera. -Puedes estar tranquilo,
me iré de esta ciudad. –Puedes estar tranquila,
me iré de esta ciudad. -Tienes unas manos tan hermosas…
Es una vieja historia, el filo pasó
sin lesionar el hueso. -No hay de qué,
querido, no hay de qué. –No sé,
ni quiero saber,  qué hora es.


[AM]


Wislawa Szymborska, Kórnik, 1923- Cracovia, 2012
en Wislawa Symborska, Poesía no completa, Texto introductorio de Elena Poniatowska, Edición y traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia,  FCE, México, 2011
imagen de Lester Lee©, en Uno de los nuestros

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esta pequeña fea



Risa

A la muchacha que fui…
la conozco,  naturalmente.
Tengo varias fotografías
de su corta vida.
Siento una piedad alegre
por algunos de sus poemas.
Recuerdo unos cuantos acontecimientos.

Pero,
para que el que está aquí conmigo
sonría y me abrace,
recuerdo solo una historia graciosa:
el amor infantil
de esta pequeña fea.

Le cuento
que estaba enamorada de un estudiante,
es decir, que quería
que él la mirara.

Le cuento
que, sana, corrió a su encuentro,
con una venda en la cabeza
para que él preguntara al menos
qué le había pasado.
Qué graciosa chiquilla.
Cómo podía saber
que hasta la desesperación tiene ventajas
si por fortuna
se vive un poco más.

Le daría para pasteles.
Le daría para el cine.
Déjame, no tengo tiempo.

¿No ves
que la luz está apagada?
No me digas que no entiendes
que la puerta está cerrada.
No tires del picaporte…,
el que se reía,
el que me abrazaba
no es tu estudiante.

Lo mejor sería que te fueras
de donde has venido.
No te debo nada,
yo, una simple mujer,
que solo sabe
cuándo
revelar un secreto ajeno.

No nos mires así
con esos ojos tuyos
demasiado abiertos,
como los ojos de los muertos.

[AM]

Wislawa Szymborska, Kórnik, 1923- Cracovia, 2012
en Wislawa Symborska, Poesía no completa, Texto introductorio de Elena Poniatowska, Edición y traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia,  FCE, México, 2011
imagen de Wislawa Szymborska, S/D

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sé que no tiene intenciones


Alabanza a mi hermana

Mi hermana no escribe poemas
y es improbable que de pronto comience a escribir poemas.
Le viene de su madre, que no escribía poemas,
y de su padre, que tampoco escribía poemas.
Bajo el techo de mi hermana me siento a salvo:
nada impulsaría al marido de mi hermana a escribir poemas.
Y aunque suene como un poema de Adam Macedonski,
ninguno de mis parientes se ocupa de escribir poemas.
En el escritorio de mi hermana no hay poemas viejos
ni nuevos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a cenar,
sé que no tiene intenciones de leerme poemas.
Hace magníficas sopas sin esfuerzo,
y el café no se derrama sobre sus manuscritos.
En muchas familias nadie escribe poemas,
pero cuando lo hacen, rara vez es sólo una persona.
Algunas veces la poesía fluye en cascadas de generaciones
que ocasionan temibles corrientes en las relaciones familiares.
Mi hermana cultiva una prosa hablada decente,
pero toda su producción literaria está en tarjetas postales veraniegas
que prometen la misma cosa cada año:
que cuando vuelva me contará todo,
todo,
todo.

Wislawa Szymborska, Bnin, 1923
Wislawa Szymborska, Poesía no completa, Edición y Traducción: Gerardo Beltrán y Abel A Murcia, México, Fondo de Cultura Económica, 2008
imagen: Balthus

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la poesía se instala en un campo de acción virgen


«El discurso poético es un proceso cruzado y se compone de dos sonoridades: la primera de estas sonoridades es la modificación que nosotros oímos y percibimos de las herramientas mismas del discurso poético, que van apareciendo en el transcurso de su propio ímpetu; la segunda sonoridad es propiamente el discurso, es decir, el trabajo de fonética y de entonación que se realiza con las herramientas mencionadas.
Así concebida, la poesía no es parte de la naturaleza —ni siquiera de la mejor, de la más exquisita— y menos aún su reflejo, lo que finalmente llevaría a una burla de la ley de identidad; con una libertad estremecedora la poesía se instala en un campo de acción virgen, fuera del espacio, no tanto narrando, cuanto interpretando la naturaleza con ayuda de esos recursos instrumentales que comúnmente se denominan imágenes.
El discurso o el pensamiento poético puede ser llamado sonoro solo de una manera extraordinariamente convencional, porque no oímos en él sino el entrecruzamiento de dos líneas de las cuales una, tomada en sí misma, es absolutamente muda; y la otra, tomada fuera de la metamorfosis instrumental, se ve privada de toda importancia, de todo interés y se presta para ser narrada, lo que, desde mi punto de vista, es un síntoma inequívoco de ausencia de poesía, ya que allí donde la obra se deja medir con la vara de la narración, allí las sábanas no han sido usadas, es decir, que —si se me permite la expresión— allí no ha pernoctado la poesía».

*versión de selma ancira

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el siglo

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el siglo

mi siglo, mi bestia, ¿hay alguien
que pueda escudriñar tus ojos
y con su propia sangre fundir
dos centurias
que justifiquen tu osamenta?
la sangre creadora mana desde la garganta terrenal,
y los parásitos tiemblan
en el umbral de los días por venir.

en tanto la criatura se mantenga con vida,
la médula debe darse a luz,
mientras la columna oculta
distrae el oleaje.
han restituido la cima de la vida
como el cordero ofrecido en sacrificio,
como el dócil cartílago de un niño—
el siglo de la infancia de la tierra.

para liberar la época de su confinamiento
para generar un nuevo mundo,
los desavenidos, los enmarañados días
deberían sonar al unísono como una afinada flauta.
es el siglo que mece las mareas
con la desesperación de la humanidad,
en la maleza el aliento de una serpiente
es la dorada medida del siglo.

aun los retoños se embravecerán
y los inmaduros pimpollos brotarán
pero ¡tu columna vertebral es aplastada,
mi fantástico y despreciable siglo!
en lunática beatitud
miras atrás, cruel y debilitado,
como la ágil bestia que fuiste,
las huellas dejadas por tus pies.

la sangre creadora mana
desde la garganta terrenal
el indiferente cartílago de los océanos
salpica con la desesperación del pez buscando la costa.
y la albanega del pájaro se despliega en las alturas
de las húmedas piedras azul cerúleo,
corrientes de agua inundan la inevitable apatía
de tu única herida mortal.

ósip mandelstam, varsovia 1891- vladivostok 1938

versión © silvia camerotto

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