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alberto girri. lo incompatible

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Lo incompatible

                   Tan detrás,
como tras un telón,


                    el de ti mismo,
observando mientras haces
de la vida remedos,
                    superfluos y mal
ordenados cambias, disfrazar voces,
desfigurar tu vista,


                  el de ti mismo,
como un lugar, borde de ti,
para cuando es
noche cerrada,

                          en la luz de candil,
amarillenta, amarilla luz de lémures,
y oírlo resonar:
                 «Te tocó, igual que a todos,
sentirte separado de lo que eres,
vivir inconexo»:


                           ese yo,
no indulgente, tampoco censor,
tampoco dispuesto a arroparte
cuando el candil agotose,
                          y del que queda
sólo la palabra: Yo,
y tu conformidad, paria
aguardando hasta que los elementos
de su cuerpo se disocien,
                         y no más alucinaciones,
no más lo incompatible.


Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Monodias, 1985
en En selva de inquietudes, Antología poética, Editorial Pre-Textos, Colección Cruz del Sur, Valencia, 2010

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alberto girri. el juicio final



El Juicio Final

Criaturas que andan como breves cañas,
que andan y no se dan cuenta si dialogan o afirman,
tienen buenos amigos entre los muertos.
Y su alma, momentáneamente exiliada,
ya no quiere ser facultad amante,
se impacienta por salir,
pues siente que el tiempo se mueve muy despacio
mientras modela universales ejemplos
aptos para cambiar las armonías conocidas del cuerpo,
tranquilizándolo más el ojo que la idea.

Cuando llegue el último instante
no deberemos examinar genealogías sino el rostro.
Su floja benevolencia admitirá que el infierno
es castigo tonto, pues castigo de verdad
es encontrarse con una memoria alimentada y lúcida.
Y a medida que las secretas culpas se descarguen
el alma leerá un libro de bitácora
donde las diversas estaciones pasadas reflexionan
sobre cosas de la tierra desierta, de los suspiros
premeditados y mundanos como una reverencia.
Y si el alma no es especialmente cobarde
podría intentar esta razonable excusa:
Amigos muertos, llego hasta ustedes
como una bestia enferma, más pálida,
más flaca que de costumbre.
Yo tengo miedo, tal vez no encuentre lugar
porque mis lágrimas buscaron objetos infamantes,
fuera de la penitencia.

Ay amigos, qué exquisita es sin embargo
la indecisión que compone una partida,
elegir entre quedarme en un páramo llamado cama,
y la raíz que casi veo y toco.
Deseo ser lo que me espera, apariencia muda,
y nadie habrá cambiado menos que yo
por el minucioso eclipse que disuelve el cuerpo.

Ya voy, amigos.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991

 De Coronación de la espera, 1947

En Obra poética I, Corregidor, Buenos Aires, 1977
imagen de Wassily Kandinsky

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alberto girri. a un lector de keats

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A un lector de Keats

No obstante el simple
y efectivo mensaje del ruiseñor,
                                                   melancolía
exenta de artificio,
                          suspiras aún
por la belleza del tiempo, cultivable
campo de los acontecimientos,
                                              por el aliento
sin cambios, preservado
con esa eternidad que envuelve
lo temporal, la circunstancia,
y que la Oda describe,
te ofrece directamente,
como por el gusto conoces
qué es una manzana.

                              
 Sólo
que cuando estás a punto de lograrlo
te lo impides desviándote en el recuerdo
de paraíso que te expulsaron,
y entre ellos buscas
aquél del cual lograste
arrancar una dicha para siempre.

Y lo que acabas de probar
retorna entonces a lo cotidiano,
Keats se esfuma,
                             su Oda
reina a medias, disponible
hasta nuevas lecturas,
                               una más
en la rara serie de presencias
que lastima perder,
                             y t´´u,
azorado, conjeturando
qué habrá dentro de ti
nacido también para no morir,
para que luego del fin,
cerrados los labios, tu lengua no enmudezca.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Envíos, 1966
en En selva de inquietudes (Antología poética), Selección, edición y prólogo de José Muñoz Millanes, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2010

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alberto girri. bajo el aspecto acedia

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Bajo el aspecto acedia

Bajo el aspecto vaciarnos
de cuanto sea amar lo amable,

de vergüenzas por faltas,
lisonjas por aciertos,

de tentarse, exaltarse, abatirse,
como libres atributos de una índole,

de ardides de la escasez: masticar
con violencia para engañar el hambre,

de ficciones de dominio: la mirada
rígida, barbilla que ordena;

vaciándonos, que nuestros
deseos y apegos detengan su girar,
nada que conmueva
este desabrimiento, amarillez
de plantas que se acedan,

y no obstante, vaciedad
a la espera de su propia consunción,
para rehacernos,
inspirando
profundo, hasta los talones,
y zambullirse,

rastrear qué queda
del maltratado humano germen,
y reanimarlo,
que flote
hasta volver a vaciarse.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Tramas de conflictos, 1988
en En selva de inquietudes (Antología poética) Selección, edición y prólogo José Muñoz Millanes, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2010

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alberto girri. en qué la perspicacia

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¿En qué la perspicacia

de Horowitz es mayor
que la de Scarlatti?

                  ¿Por haber dado
entre sus quinientas sonatas
con las diez, doce, quince,
irresistibles como síntesis
de urbanidad y violencia,
lo cortesano y lo salvaje,
ecos españoles en ecos de danzas,
tamboriles, bordoneos de guitarras,
y lo itálico en el canto?

                   ¿Porque acierta
a destacarlas con los más precisos
ángulos de coincidencias,
                              ni atento a su estado
de partituras de época, estrictamente,
                              ni actualizándolas,
                              ni que el piano
suene como clave,
                              ni enmarañar las notas,
su ligereza, nítida gracia,
abusar de los recursos del piano?

                   ¿Es que la diferencia en favor
de Horowitz no provendrá
de que las sonatas implican dos
movimientos creadores,
                   el arte de su autor, íntimo,
variable de humor en humor,
                   y el del intérprete, virtuoso
según la medida de su encarnizamiento
en pos de una traducción objetiva,
sin cesar igual a sí misma,
invariable siempre lo que conmueve?

Hay hombres que mejora 
el color de la tela, eso es todo.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Homenaje a W. C. Williams (1981), en En selva de inquietudes, Antología poética, Selección, edición y prólogo de José Muñoz Millanes, Colección de la Cruz del Sur, Pre-Textos, Valencia, 2010

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alberto girri. terminado el poema



Terminado el poema


En principio,
Como más fácilmente engañables.

Los simples poco esperan, lo mismo,
Y lo reciben y cuidan intuyendo
Vagamente que Dios impele los sonidos
Y a la vez alerta,
            Y los sofisticados
Analizan, examinan, consultan
Espejos en lugar de entregarse
A lo que provoca una sensación,
O al dolor que provoca un goce,
            Y elaboran abstracciones, jamás
Reconocerían por el contacto físico con algo
El conocimiento del género de ese algo.

Mientras los simples,
Actores natos, espontáneos,
Se identifican con lo que se les pide,
Los sofisticados no vacilan
En concluir que carne y hueso
Sólo cuentan en la mente,
Ilusorios contornos.

Sin discutirlo, unos
Pretenden que todo corresponde
A un tiempo, pertenece a un sitio,
            Y otros fluctúan, escépticos,
Del pensamiento al vacío:
            Y así,
Cuando el simple Boom aferra un cuchillo
            Meramente está aferrando un cuchillo,
En tanto que al sofisticado Dedalus
Su tacto no le sirve, no mantiene
Presente sino la idea de cuchillo
Y se excita más por lo que le transmite
 (Incesantes sacrilegios, césares inmolados),
Que por puntas y filos de acero
En manos de Bloom.

Simples se saborean,
Sofisticados que envilecen
Adoptando la cosa como idea
Y la idea como cosa.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
en Alberto Girri, Obra Poética IV, Corregidor, Buenos Aires, 1977
imagen de Douglas Diaz, en Douglas Diaz

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alberto girri. la sombra



La sombra
De algún modo soy tu cuerpo,
Me designo en él, me quema
En la mentira útil como un remo,
En la desgracia y la amorosa lucha
Abriendo Los huecos de su máscara.
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.
De algún modo soy tu cuerpo,
Cuando la rica, inexplicable sangre,
Transcurre en medio de representaciones.
Y lo seré hasta que cenizas
Acaricien tu prestada, última parcela.
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.
De algún modo soy tu cuerpo,
La opresión que difunde me sostiene,
Y no en otro descienden las palabras,
Urde la disculpa el vejado sermón
Por nuestras pasadas facciones.
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.
De algún modo soy tu cuerpo
Y si en atención a su dañina mengua
Me cuido bien de mirarlo como esencia,
¿Con qué prodigio, incisivo milagro,
Percibiré tu pasión cuando lo excluya?
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
en Alberto Girri, Obra Poética IV, Corregidor, Buenos Aires, 1977
imagen de Joon Y. Moon en Creative Applications Net


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donde borrar las faltas



Cuando la idea del yo se aleja

De lo que va adelante
y de lo que sigue atrás,
de lo que dura y de lo que cae,
me deshago,
abandonado quedo
del fuerte soplo,
del suave viento,
y quieto, las espaldas
vueltas las manos hacia arriba,
apoyo en el suelo,
corazón
abjurando de armas, faltas,
de oraciones donde borrar las faltas,
blando organismo, entidad
que ignora cómo decir: “Yo soy”
y en la enfermedad y la muerte,
vejez y nacimiento,
ya no encontrarán lugar,
como no lo encontraría el tigre
para meter su garra,
el rinoceronte el cuerno,
la espada su filo.

Antes hacía, ahora comprendo.


Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
 en Alberto Girri, Obra Poética IV, Corregidor, Buenos Aires, 1977
imagen de Martin Stranka, en Uno de los nuestros

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y la fácil, trivial conjetura…



Poesía de observación
En los viejos de Yeats,
Asistiendo a un acumularse
De experiencia e historia
Que impreca con doctos
Y respetables harapos,
Informes ruinas eruditas,
La sagrada Bizancio
Como urbe hostil a viejos,
Y el persistente rencor
Hacia la vida, que agravia
Por acabar siempre pagando
Con moneda de desgracia,
Soledad, separación,
Y la fácil, trivial conjetura,
De que la indignidad de la vejez
Fue más llevadera
En siglos distantes.
Y cuando,
Vanamente, por las plazas,
Quisiéramos reconocerlos
Entre el anónimo, ininterrumpido
Tremolar en los bancos,
 No nos parecen de Yeats
Esos ancianos que nada
Comentarían si Catulo pasara por allí,
Mientras balbucean sus crueles
Datos, para encuestas:
 “¿De qué sirvo ahora? Mis hijos
Apenas si vienen a verme una vez al año.
¿De qué sirve un viejo?
De Poesía de observación, 1973

***
 Quien habla no está muerto

Un curioso se interesa por la frase,
                                             Literalmente
Vertida del alemán, un verso.
                                   La aparta, la despliega
Sobre la mesa, bien manifiesta, intuyendo
Al margen de su obviedad el ánimo
De sustentar lo que se quiera
En cualquier circunstancia, aseverar
Monólogos o diálogos,
Desmentirlos;
                Fácil de ser memorizada
Como tersa y metálica variante
Del bíblico “Tienen la boca más no hablan”.
No le dura casi. De improviso
Es como golpeado, despertado,
La vecindad de otra lectura
Previniéndole que no existen
Verdades objetivas,
                        Y que si así no fuera
¿cómo legitimarlas, a través de qué?; 

y su inicial devoción, sumisión
A la frase, se tambalea,
Vacila hasta desleírse,
Escudriñándola de nuevo, extrañado,
Como un inquisidor, ensombrecido,
Recriminándole no haberle hecho entender
Que su corteza, irrefutable en lo exterior,
Tiene tan descorazonadores límites
                   (No,
“Quien habla no está muerto”,

                   Sino,
“Quien habla probablemente no está muerto”;
y desazonado, indispuesto
Consigo mismo, a sí mismo
Puesto bajo la acusación

De quimérico, crédulo,
                           De culpable ligereza
En entregarse a deducir
Que lo evidente es verdadero.
De Quien habla no está muerto, 1975
Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991

Imagen de Joseph Hirsch, Portrait of an old man, 1939, en  Ocean’s Bridge

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alberto girri. estoy confinado en la resuelta distracción



II
    Estoy confinado en la resuelta distracción de tu ardor,  y
razono la noche en vez de quererla, y mi instinto, que tiene
un solo ojo y un solo camino, lame tu sueño para oírlo.
Voy oyendo tu sueño,
en las amables sirenas, más fuertes que los aprendidos ángeles
después de la farsa que protege y del control de la farsa,
aun después de la mordaza de arena, juez y consejo del solitario,
la perfecta mudez de la arena,
imagen primera del sueño del infinito para los ensimismados.
Voy oyendo tu sueño
y observo en tu cuerpo y en la siempreviva de tu pelo
si está como en mí, desgastado, lejano y sin orillas,
el homenaje melancólico del vino,
monarquía nocturna, arma del amor
donde el amor sonríe y ambiciona.
Voy oyendo tu sueño, es dulce oírlo,
y puedo reconciliarme con casi todo,
con la sed de las manos y tu temblor de crimen,
con lo que esperé de ti, cansada, feliz del triunfo.
Ya hay calma, ya dejas que la culpa se encarame,
y empezamos a navegar en ríos diferentes.
Voy oyendo tu sueño, es dulce oírlo,
pero ¿qué pobre amor es ése
si dejas que el miedo viva?
Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Playa sola, 1946, «El amor»
en Alberto Girri,Obra Poética I, Corregidor, Buenos Aires, 1977
imagen de Steve Richard© – Cloud Busting Series, en Uno de los nuestros 

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