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biancamaria frabotta. la casa del estudiante

La casa del estudiante


Había apenas cerrado los ojos sobre el libro
-sentía aún su peso sobre el pecho-
en la leve brisa de la duermevela
se estremecían las hojitas del mirto
por el enjambre que subía de la tierra
pero él no le hacía caso. Demasiado
el pensamiento de la prueba inminente
lo embargaba y no temía otra cosa
su joven edad, que siente todo amigable.
Soñaba la patria artificial de la infancia.
Soñaba, con una piedra sobre el pecho,
la última palabra que había leído.


Con qué gentileza se asoma entre las vigas
la mano, blanca de polvo. Que alguno
me consuele. Con el brazo, con el agua,
con la luz, en su cuarto, por todas partes
buscando, hurgando, apartando las piedras.
Me verán finalmente en el vientre de la tierra.
Si miramos atentos, Haití está debajo de Haití,
cauto, para no quemar oxígeno.
De la luz del video, de su tedio,
nos deshilachamos hacia la laboriosa mañana,
en el escándalo del aire superfluo.



Un infierno nuclear sacude la estrella
que entibia nuestro pesebre.
La mitad del combustible se ha gastado.
Qué será de la Madonna de Pedro
ya próxima a parir, del dios
escondido en su vientre, a la izquierda
del que mira, más allá de las tiendas
alzadas con industriosa indiferencia, qué
será de los dos ángeles servidores.
Parecen todos tan jóvenes.
Custodios de una espera ya
sabiamente inatendible
cada uno testimonio de sí mismo.


Biancamaria Frabotta, Roma, 1946
De Por manos mortales, ‘II Los nuevos climas’ (Gog y Magog, aun inédito)
Traducción de Jorge Aulicino

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sandro penna. la rima fácil, la vida difícil

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La rima fácil, la vida difícil

Mi vida se empaña, y después que llueve
bajo al túnel húmedo donde no llueve.
Entre gente común que el paso mueve
hacia cosas comunes también me muevo
en un mundo de objetos que no son nuevos.
Más común que los otros, no sé qué mueve
ni a dónde mi paso tardo y no deseo
verme aquí a mí mismo después que llueve.
Apuntar sabe al instante a mi deseo
una mirada rápida que aunque se aleja
lo despierta en el acto – y ahí lo deja.
En vano la busco en un mundo arcano,
universo antiguo que fue cercano.
Cuando ya no pensaba en esas cosas
retumbó bajo el túnel una dichosa
voz que se impuso a toda otra cosa.
Era un saludo póstumo y lejano,
póstumo en mi corazón, no lejano
en el túnel del breve trayecto humano.

Sandro Penna , Perugia, 1906-Roma, 1977

Versión de Jorge Aulicino
La rima facile, la vita difficile 

La mia vita si appanna, e poi che piove
scelgo il passaggio sotto il tunnel dove
tutto è molliccio, ma però non piove.
Qui tra la gente solita, che muove
il passo verso le solite cose
anch’io mi muovo tra cose non nuove.
Più comune degli altri, non so dove
muove il mio passo stanco, che non vuole
tale apparire a se stesso ed altrove.
Quando a un tratto uno sguardo che sa dove
del mio corpo dirigersi e non vuole
nú sveglia in un baleno – ed è già altrove.
Invano io lo ricerco entro un antico
universo che mi era un giorno amico.
Quando più non pensavo a questa cosa
rintronò sotto il tunnel una gioiosa
voce che sovrastava ogni altra cosa.
Era un saluto postumo e lontano
postumo nel mio cuore, non lontano
nel tunnel più di un breve tratto umano.

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cesare pavese. después



Después

La colina está tendida y la lluvia empapa en silencio.

Llueve sobre las casas: la breve ventana
se llenó de un verde más fresco y más desnuco.
La compañera estaba tendida conmigo: la ventana
estaba vacía, nadie miraba, estábamos desnudos.
Su cuerpo secreto camina a esta hora por la calle,
con su paso, pero el ritmo es más blando; la lluvia
desciende con ese paso, tenue y fatigada.
La compañera no ve la muda colina
amodorrada en la humedad: va por la calle
y la gente que la choca no sabe.

Hacia la noche,
la colina es recorrida por retazos de niebla,
la ventana recibe también ese aliento. La calle
a esta hora está desierta; la solitaria colina
tiene una vida remota en el cuerpo más oscuro.
Yacíamos fatigados en la humedad
de dos cuerpos, amodorrados uno sobre el otro.

Una tarde más dulce, de sol tibio
y de colores frescos, la calle sería una gloria.
Es una gloria caminar por la calle, gozando
un rcuerdo del cuerpo, todo difuso alrededor.

En las hojas de las avenidas, en el paso indolente de las mujeres,
en las voces de todos, hay un poco de la vida
que los dos cuerpos han olvidado, pero que es un milagro.
Como descubrir abajo, en el fondo de un camino, la colina
entre las casas, y mirarla y pensar que conmigo
la compañera la mira desde la breve ventana.
En la oscuridad se ha hundido la desnuda colina
y la lluvia murmura. No está la compañera
que se ha llevado su cuerpo dulce y la sonrisa.
Pero mañana bajo el cielo lavado del alba
la compañera saldrá por las calles, tenue
por su paso. Podremos encontrarnos, queriendo.

Cesare Pavese, Santo Stefano Belbo, 1908 – Turín, 1950
en Cesare Pavese, Trabajar cansa, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Buenos Aires 2018, coedición de Cartofrafías, Ediciones del Dock, GriseldaGarcíaEditora
Traducción y prólogo de Jorge Aulicino

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cesare pavese. the cats will know



The cats will know

Aún caerá la lluvia
sobre dulces empedrados,
una lluvia ligera
como un hálito o un paso.
Aún la brisa y el alba
florecerán ligeras
como bajo tu paso,
y tú regresarás.
Entre flores y alfeizares,
los gatos lo sabrán.

Llegarán otros días,
llegarán otras voces.
Sonreirás sola.
Los gatos lo sabrán.
Oirás viejas palabras,
vanas y cansadas
como vestidos usados
de las fiestas pasadas.

Tú también harás gestos.
Responderás palabras;
rostro de primavera,
tú también harás gestos.

Los gatos lo sabrán,
rostro de primavera,
y la lluvia ligera,
el alba de jacinto,
que el corazón lacera
de quien no te espera,
son la triste sonrisa
que tú sonríes sola,
Llegarán otros días,
voces y despertares.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera.

                                    10 de abril 1950

Cesare Pavese, Santo Stefano Belbo, 1908- Turín, 1950

De  Verrà la morte e avrà i tuoi occhi, Poesie, Mondadori, Milán, 1969
Versión de Jorge Aulicino

The cats will know

Ancora cadrà la pioggia
sui tuoi dolci selciati,
una pioggia leggera
come un alito o un passo.
Ancora la brezza e l’alba
fioriranno leggere
come sotto il tuo passo,
quando tu rientrerai.
Tra fiori e davanzali
i gatti lo sapranno.

Ci saranno altri giorni,
si saranno altre voci.
Sorriderai da sola.
I gatti lo sapranno.
Udrai parole antiche,
parole stanche e vane
come i costumi smessi
delle feste di ieri.

Farai gesti anche tu.
Risponderai parole –
viso di primavera,
farai gesti anche tu.

I gatti lo sapranno,
viso di primavera;
e la pioggia leggera,
l’alba color giacinto,
che dilaniano il cuore
di chi più non ti spera,
sono il triste sorriso
che sorridi da sola.
Ci saranno altri giorni,
altre voci e risvegli.
Soffrieremo nell’alba,
viso di primavera.

                                    10 aprile 1950

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guido cavalcanti. rimas [XXXIV]

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12 [XXXIV]
Somos las tristes plumas asustadas,
las tijeritas, el cuchillín doliente,
que hemos escrito dolorosamente
esas palabras que vos habéis oído.
Y queremos decir por qué partimos
y hemos llegado a vos aquí presente:
la mano que nos movió dice que siente
la duda que en el corazón ha aparecido;
que de forma tal lo ha destruido
y lo puso tan cerca de la muerte
que otra cosa no tiene que suspiros.
Llegamos a vos para rogaros
queráis ponernos al abrigo
si aun queda piedad por inspiraros.


Guido Cavalcanti, Florencia, 1255-1300
de Rimas de Guido Cavalcanti, Primera edición: Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2006
Versiones de J. R. Aulicino



12 [XXXIV]
Noi siàn le triste penne isbigotite,
le cesoiuzze e ‘l coltellin dolente
ch’avemo scritte dolorosamente
quelle parole che vo’ avete udite.

Or vi diciàn perché noi siàn partite
e siàn venute a voi qui di presente:
la man che ci movea dice che sente
cose dubbiose nel core apparite,

le quali hanno destrutto sì costui
ed hanno ‘l posto sì presso a la morte,
ch’altro non n’è rimaso, che sospiri.

Or vi preghiàn quanto possiàn più forte
che non sdegniate di tenerci nui,
tanto ch’un poco di pietà vi miri.

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pier paolo pasolini. la mano que tiembla















La mano que tiembla

Por naturaleza estoy dentro de la pelea,
por edad estoy fuera de ella-
la ambigüedad está ratificada por la relación ambigua
entre contigüidad y semejanza – ¡gracias, viejo Jakobson!,
que no por nada te fundas no sólo en Poe, sino en Valéry –
pongamos un poco de oscuridad, él de hecho decía –
y es lo que hago cuando sonrío como quien está fuera de la pelea,
Y VICEVERSA -y es lo que hago cuando diciendo cosas claras
«les meto oscuridad» y, naturalmente, VICEVERSA –
pero nadie olvida que, como las fábulas,
también las estructuras tienden a repetirse, a no cambiar
y si una corriente literaria ha sido reccionaria,
ésa ha sido el simbolismo, sin embargo…
l’exitation prolonguée entre les sens e le son
quien está fuera de la pelea es, se entiende, un poco reaccionario,
pero también quien está dentro lo es; un poco reaccionario es
quien es claro,
con todas sus comas, y quien ayuda a la natural ambigüedad
creando adrede los obstáculos. ¿Por qué no decirlo?

Pier Paolo Pasolini, Bolonia, 1922- Ostia, 1975
de Transhumanar y organizar
en Nada Personal, Poesía política de Pier Paolo Pasolini, Selección, versiones, prólogo y notas de Jorge Aulicino, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2016

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pier paolo pasolini. versos del testamento














Versos del testamento

La soledad: hay que ser muy fuerte
para amar la soledad; hay que tener buenas piernas
y una resistencia fuera de lo común; hay que evitar
los resfríos, la influenza y la gota; no se debe temer
a rapiñadores y asesinos; si toca caminar 
toda la tarde o quizá toda la noche,
hay que saber hacerlo sin pensar mucho; sentarse no se puede,
especialemente en invierno, con el viento sobre la hierba mojada
y con las piedras entre la basura, húmedas y fangosas;
no hay ninguna gratificación, de eso n hay duda,
salvo la de tener por delante un día y una noche
sin deberes o límites de ningún género.

El sexo es un pretexto. Por muchos que sean los encuentros
-incluso en invierno, por las calles abandonadas al viento,
entre las  pilas de basura contra los edificios lejanos,
suelen ser muchos- no son sino momentos de soledad;
cuanto más caliente y vivo es el cuerpo gentil
que unge de semen y se va,
más frío y mortal alrededor es el dilecto desierto;
es éste quien llena de alegría, como un viento milagroso,
no la sonrisa inocente o la turbia prepotencia
del que después se va; él se lleva una juventud
enormemente joven, en esto es inhumano,
porque no deja rastros, o mejor, deja sólo una traza
que es siempre la misma en todas las estaciones.
Un muchacho en sus primeros amores
no es otra cosa que la fecundidad del mundo.
Y el mundo llega con él: aparece y desaparece,
como una forma que cambia; quedan intactas todas las cosas,
y tú podrás recorrer media ciudad, no lo encontrarás más;
el acto se ha cumplido; la repetición es un rito. De donde
la soledad es todavía más grande si una multitud
espera su turno: crece en efecto el número de desapariciones -el 
irse es huir- y lo siguiente incube al presente
como un deber, un sacrificio al deseo de muerte.
Envejeciendo, sin embargo, el cansancio comienza a sentirse,
en especial en el momento en que apenas ha pasado la hora de la 
cena:
para ti no ha cambiado nada; entonces, por poco no gritas o lloras;
y eso sería enorme si no fuese, precisamente, sólo cansancio,
y quizá un poco de hambre. Enorme, porque querría decir
que tu deseo de soledad no podría ser jamás saciado,
y entonces ¿qué te espera, si lo que no es considerado soledad
es soledad verdadera, aquella que no puedes aceptar?
No hay cena o almuerzo o satisfacción en el mundo
que valga una caminata sin fin por las calles pobres
donde hay que ser desgraciados y fuertes, hermanos de los perros.

Pier Paolo Pasolini, Bolonia, 1922- Ostia, 1975
de Transhumanar y organizar
en Nada Personal, Poesía política de Pier Paolo Pasolini, Selección, versiones, prólogo y notas de Jorge Aulicino, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2016

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john keats. en un sueño luego de leer sobre Paolo y Francesca en el Infierno de Dante



En un sueño luego de leer sobre Paolo y Francesa en el Infierno de Dante

Como Hermes cuando agitó sus plumas ligeras
Mientras el arrullado Argos estaba atontado, desmayado,
Dormido, en un cañaveral de Delfos, así mi pereza voló,
Así jugué, así encanté, así conquisté, así despojé
Al dragón del mundo de sus cientos de ojos,
Y lo miré mientras dormía y volé muy lejos,
No para purificar a Ida con sus fríos esquíes de nieve,
Ni para ir a Tempe donde Júpiter penó algún día,
Si no para bajar a ese segundo círculo del triste Infierno
Donde entre las ráfagas, los torbellinos y los golpes
De la lluvia y el granizo los amantes no necesitan decir
Sus pesares. Pálidos eran los dulces labios que vi;
Pálidos eran los labios que besé y bella la forma
Que flotó conmigo sobre aquella melancólica tormenta.


John Keats, Moorgate, Londres 1795 – Roma, 1821
de Robin Hood y otros poemas, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2001
Tratamiento: Jorge Aulicino
imagen de Dante Gabriel Rossetti

A Dream, after Reading Dante’s Episode of  Paulo and Francesca

As Hermes once took to his feathers light,
When lulled Argus, baffled, swoone’d and slept,
So on a Delphic reed, my idle spright
So play’d, so charm’d, so conquer’d, so bereft
The dragon-world of all its hundred eyes;
And, seeing it asleep, so fled away –
Not to pure Ida with its snow-cold skies,
Nor unto Tempe where Jove griev’d a day;
But to that second circle of sad hell,
Where ‘mid the gust, the whirlwind, and the flaw
Of rain and hail-stones, lovers need not tell
Their sorrows. Pale were the sweet lips I saw,
Pale were the lips I kiss’d, and fair the form
I floated with, about that melancholy storm. 

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dante alighieri. infierno. canto duodécimo


Infierno, Canto duodécimo

[Séptimo círculo. Custodio: el Minotauro. Primera estiba: los violentas contra el prójimo o sus cosas. Custodios: los centauros. Sangre hirviente. Alejandro, Dionisio de Siracusa, Azolino da Romano, Opizzo d’Este, Guido di Montfort, Atila, Pirro, Sexto (hijo de Pompeyo), Rinieri da Corneto, Rinieri dei Pazzi. Pasadas las tres del Sábado Santo]

Era el lugar donde a descender la riba
fuimos, alpestre, y para quien lo habita, incluso,
tal que toda mirada le sería esquiva.

Como en aquella ruina que en el lado
de acá del Trento el Adigio golpea,
o por terremoto o por sostén falto,

desde la cima del monte, del que baja
al llano, está la roca tan hundida
que paso alguno daría a quien subiera,

tal de ese barranco era el descenso;
y arriba, en la punta de la rota laca
el oprobio de Creta estaba echado: *

aquel concebido en la falsa vaca;
y cuando nos vio, se mordió a sí mismo,
como quien dentro de sí la ira mata.

Mi sabio al verlo le gritó: «¿Acaso
crees que éste es el conductor de Atenas,
que allá en el mundo la muerte te llevó?

«Apártate, bestia, que éste no llega
amaestrado por tu hermana,
sino para contemplar tu pena.»

Como el toro que se suelta en aquella
que ha recibido ya el golpe mortal,
y huir no sabe, mas salta aquí y allá,

vi yo al Minotauro hacer como tal;
y aquél prudente gritó: «Ve hacia el paso:
mientras enfurece, mejor es que corras.»

Así tomamos el camino del descargo
de aquellas piedras, que a veces se movían
bajo mis pies por el nuevo peso.

Yo iba pensando; y me dijo él: «Piensas
tal vez en esta ruina que es guardada
por la ira bestial que he vencido ahora.

«Quiero que sepas que la otra vuelta
que descendí allá, al bajo infierno,
esta roca no estaba aún partida;

«ciertamente antes, si bien discierno,
que viniese aquel que la gran presa
le quitó a Dite del más alto cerco, **

«por toda parte, la honda sima fétida
tembló tanto que pensé que el universo
sentía amor, por el que hay quien piensa

«que a veces el mundo se convierte en caos;
y en ese punto, esta vieja roca
fue tumbada aquí y en otros sitios.

«Pero fija los ojos en el valle, que llega
la ribera de sangre en la que se quema
el que por violencia al otro daña.»

¡Oh ciega codicia y cólera insensata,
que tanto nos empujas en la vida corta,
y tan mal nos hundes en la eterna!

Vi,  torcida en arco, una amplia fosa,
de modo que todo el llano abraza,
según lo que había dicho ya mi escolta;

y entre el pie de la cuesta y ella, en fila,
corrían centauros armados de saetas,
como solían en el mundo al ir de caza.

Viéndonos bajar, cada uno se detuvo,
y de la hilera tres se separaron
con arcos y dardos antes elegidos;

y uno gritó de lejos: «¿A qué martirio
vienen ustedes que bajan la cuesta?
Díganlo desde allí, o si no disparo.»

Mi maestro dijo: «La respuesta
daremos a Quirón, cuando esté próximo:
mal fue tu voluntad siempre dispuesta.»

Después me tocó y dijo: «Ese es Neso,
que murió por la bella Deyanira
y de sí hizo venganza por sí mismo.

«Y ese del medio, quien el pecho se mira,
es el gran Quirón, tutor de Aquiles;
aquel otro es Folo, que fue pleno de ira.

«En torno al foso andan miles y miles,
flechando toda alma que de la sangre salga
más que lo que la culpa les permite.»

Nos acercamos a esas veloces fieras.
Quirón tomó una flecha y con el cabo
hizo la barba atrás sobre las mandíbulas.

Cuando hubo descubierto la gran boca,
dijo a sus compañeros: «¿Están viendo
que el de atrás mueve lo que toca?

«Así no suele hacer el pie de un muerto.»
Y mi buen duca, que estaba ya ante su pecho,
donde las dos naturalezas son consortes,

respondió: «Bien vivo está, y a él tan solo
mostrarle me encomendaron el valle oscuro:
necesidad lo induce, no deleite.

«Alguien que dejó de cantar aleluya
me encomendó este oficio nuevo:
no es ladrón, ni yo ánima mala.

«Mas por esa virtud por la que muevo
mis pasos por tan salvaje estrada,
dame uno tuyo, que nos lleve pronto

«y que nos muestre por dónde se vadea
y que lleve a éste sobre el lomo,
que no es alma que por los aires vaya.»

Quirón se volvió a la mano diestra
y dijo a Neso: «Vuélvete y guía,
y que pasen, si topan otra hilera.»

Nos movimos con la fiel escolta
junto a la orilla de bullir bermejo,
donde los hervidos hacían gritería.

Vi gente hundida hasta el entrecejo;
y el gran Centauro dijo: «Son tiranos
que se dieron en sangre y en tener del robo.

«Aquí lloran los despiadados daños;
aquí está Alejandro, y Dionisio fiero, ***
que a Sicilia le dio dolorosos años.

«Y aquella frente de tan negro pelo
es Azolino; y aquel otro, rubio,
es Opizzo del Este, al que por cierto

«aniquiló su hijastro allá en el mundo.»
Entonces me volví al poeta, y dijo:
«Este sea ahora primero, yo segundo.»

Poco más allá, puso ojo el Centauro
sobre una gente que hasta la garganta
parecía asomarse en el hervidero.

Nos mostró una sombra a un lado sola,
diciendo: «Ese hendió en el seno de Dios
el corazón que sobre el Támesis gotea.» ****

Después vi gente que fuera del río
tenia la cabeza y aun todo el pecho;
y bastantes de aquellos reconocí yo.

Así, de más en más iba bajando
aquella sangre, que cocía aún los pies,
y ese fue del foso nuestro paso.

«Tal como en esta parte ves
el hervidero que desciende»,
dijo el Centauro, «quiero que creas

«que de esta otra en más aprieta
su fondo, hasta que el sitio obtiene
donde la tiranía conviene que gima.

«La divina justicia allí pune
a Atila, flagelo de la tierra,
y a Pirro y Sexto; in eterno exprime

«las lagrimas, que el hervor libera,
a Rinier da Corneto, a Rinier Pazzo, ****
que hicieron en los caminos tanta guerra.»
Luego se volvió, y atravesó aquel vado.

Dante Alighieri (Florencia, 1265-Rávena, 1321), La divina commedia
Versión de Jorge Aulicino
más en Otra Iglesia es imposible
imagen de Gustave Doré, 1890,

Notas

*El Minotauro fue engendrado por un toro con el que gozó Pasifae, mujer del rey de Creta, que llegó oculta en una vaca de madera. Ariadna, hija también de Pasifae, es la hermana a quien alude el canto: ayudó a Teseo, líder de Atenas, a matar al Minotauro

** Las almas de los justos que Cristo le arrancó a Dite (Satanás) del Limbo, el círculo más alto del Infierno; antes de su llegada, tembló el Infierno

*** No Alejandro de Macedonia, sino Alejandro de Feres, tirano de Tesalia entre 371 y 357 aC., según algunos comentaristas. Sin embargo, son muchos los que observan, siguiendo a Boccaccio, que, debido a la mención de sólo el nombre, Alejandro tiene que ser el de Macedonia. La cuestión de que Dante pudiese colocar a Alejandro el Magno entre los violentos contra el prójimo está fuera de la discusión, pues lo fue contra su amigo Clito en un rapto de ira (no cuentan los muertos en combate, en el infierno); pero no se explica que lo haya incluido entre los tiranos, hambrientos de sangre y de rapiña.

*** Guido de Monfort, quien asesinó en 1271 a Enrique de Cornualles en la iglesia de Viterbo. El corazón de Enrique fue llevado a Londres en una copa y colocado en una alta columna sobre el Támesis

**** Se trata de famosos salteadores de caminos toscanos, colocados, igual que Alejandro, «ove la tirannia convien che gema».

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pier paolo pasolini. a un hijo no nacido



VII
A un hijo no nacido

En el final de aquel blanco puente nuevo sobre el Tíber,
terminado por los católicos para no desmentir a los fascistas,
entre los frisos, las pilastras, los falsos fragmentos, las postizas ruinas,
un grupo de mujeres esperaba a los clientes al sol.
Entre ellas, estaba Franca, una venida de Viterbo,
niña, y ya madre, que fue la más resuelta:
corrió junto a la ventanilla de mi auto, gritando,
muy segura de que no podía defraudarla:
subió, se acomodó, alegre como un chico,
y me condujo hacia Cassia: tomamos un desvío,
recorrimos una calle abandonada al sol,
entre canteras de yeso y cuchitriles tripolitanos,
y llegamos a su sitio: era un campito
bajo una altura sembrada de musgo y cuevas.
Un viejo caballo marrón, al fondo, sobre la hierba húmeda,
un automóvil vaciado, en medio de los arbustos,
y no lejos, aquí y allá, festivos ecos de disparos:
todo alrededor estaba lleno de parejas, chicos y pobres.
En aquellos días, mi vida, mi trabajo, eran plenos,
ningún desequilibrio, ningún temor me amenazaba:
había ido adelante durante años, primero por física gracia
-mansedumbre, salud y entusiasmo que tuve de nacimiento-,
luego por una luz de pensamiento, aunque todavía incierto
-amor, fuerza y conciencia que he adquirido viviendo-.
Sin embargo, primero y único hijo no nacido, no siento dolor
de que tú no puedas estar jamás aquí, en este mundo.

Pier Paolo Pasolini, Bolonia, 1922-Ostia, 1975

de La religione del mio tempo. Umiliato e offeso. Epigrammi, 1958), Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003
Versión de © Jorge Aulicino (en Otra iglesia es imposible)
imagen de Martin Stranka© – On The Wings I Could Hear You , en Uno de los nuestros
VII
A un figlio non nato

In fondo a quel candido ponte nuovo sul Tevere
finito dai cattolici per non smentire i fascisti,
tra i fregi, i cippi, i falsi frammenti, i finti ruderi,
un gruppo di donne aspettava i clienti al sole.
Tra queste c’era Franca, una venuta da Viterbo,
bambina, e già madre, che fu la più svelta:
corse allo sportello della mia macchina, gridando,
così sicura che non potei disingannarla:
salì, si accomodò, allegra come un ragazzo,
e me condusse verso la Cassia: passamo un bivio,
corremmo per una strada abbandonata al sole
tra cantieri di gesso e casupole tripoline,
e arrivammo al suo posto: era un praticello
sotto un’altura cosparsa di borraccine e grotte.
Un vecchio cavallo marrone, in fondo, sull’erba umida,
un’automobile vuota, in mezzo ai cespugli,
e non lontano, qua e là, festosi echi di spari:
tutt’intorno era pieno di coppie, ragazzi e poveri.
In quei giorni la mia vita, il mio lavoro erano pieni,
nessuno squilibrio, nessuna paura mi minacciava:
ero andato avanti per anni, prima per fisica grazia,
-mitezza, salute e entusiasmo che ho avuto nascendo,
poi per una luce di pensiero, benché incerto ancora,
-amore, forza e coscienza che ho acquistato vivendo.
Eppure, primo e unico figlio non nato, non ho dolore
che tu non possa mai essere qui, in questo mondo.

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