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billy collins. te pregunto

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Te pregunto
¿En qué escena quisieras estar
que no sea esta,
una noche cualquiera sentado a la mesa,
el empapelado con flores cayéndose encima,
gabinetes blancos repletos de vidrio,
el teléfono en silencio,
sosteniendo una lapicera en la mano?
Me da tiempo para pensar
en todo lo que pasa afuera-
hojas acumulándose en los rincones,
el liquen enverdeciendo las altas piedras grises,
mientras el mundo navega sobre las dunas,
enorme, oceánico, historia burbujeando en su estela.

Pero más allá de esta mesa
no hay nada que precise,
ni siquiera un oficio que me permita remar al trabajo,
ni un Aston Martin DB4 color café
con agrietados asientos de cuero verde.

No, todo está acá,
los nítidos óvalos de un vaso de agua,
un pequeño cajón de naranjas, un libro sobre Stalin,
por no hablar del extraño pez
enmarcado en la pared,
y el modo en que estas tres velas-
cada una de distinta altura-
cantan en perfecta armonía.
Discúlpenme
si inclino mi cabeza ahora y escucho
el bajo de la vela más corta hacer su solo
mientras mi corazón
repica debajo de la camisa-
rana al borde del estanque-
y mis pensamientos vuelan a una provincia
hecha de un cielo enorme
y casi un millón de ramas vacías.
Billy Collins, Nueva York, 1941
Versión ©Silvia Camerotto
I Ask You
What scene would I want to be enveloped in
more than this one,
an ordinary night at the kitchen table,
floral wallpaper pressing in,
white cabinets full of glass,
the telephone silent,
a pen tilted back in my hand?

It gives me time to think
about all that is going on outside-
leaves gathering in corners,
lichen greening the high grey rocks,
while over the dunes the world sails on,
huge, ocean-going, history bubbling in its wake.


But beyond this table
there is nothing that I need,
not even a job that would allow me to row to work,
or a coffee-colored Aston Martin DB4
with cracked green leather seats.

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No, it’s all here,
the clear ovals of a glass of water,
a small crate of oranges, a book on Stalin,
not to mention the odd snarling fish
in a frame on the wall,
and the way these three candles-
each a different height-
are singing in perfect harmony.

So forgive me
if I lower my head now and listen
to the short bass candle as he takes a solo
while my heart
thrums under my shirt-
frog at the edge of a pond-
and my thoughts fly off to a province
made of one enormous sky
and about a million empty branches. 

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adrienne rich. dos: movimiento

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Dos: movimiento

Viejo camino retorcido que se curva hacia la luz del océano
Hablando de ángulos de visión     movimientos     un tulipán
        negro o rojo abriéndose
Tiempos de caminar por las calles     pensando
no en Me he unido a un movimiento sino en  Estoy entrando
        en esta profunda corriente
Parte de mi vida disuelta tras de mí      un terror con el cual no
        no podía nadar
parte de mi vida esperándome     una parte para la que no tenía
        palabras
Necesito vivir por entero cada día     tenerlos y conocerlos a todos
aunque desde aquí puedo ver dónde estaré al final.

                             *     *     *

¿Cuándo una vida se inclina hacia la libertad? ¿toma su dirección?
¿Cómo sabes que no estás dando rodeos en pálidos sueños,
         nostalgia, estancamiento,
sino entrando en esa profunda corriente     malaquita, colorado
exigiendo toda tu fuerza dondequiera la encuentres
tu paciencia y tu trabajo
el deseo enfrentado a la inversión del deseo
toda la fortaleza de tu mente?
Quizás a través de un maestro:     alguien con hechos con
          números con poesía
que escribió en la pizarra:     EN CADA GENERACIÓN LA
         ACCIÓN LIBERA NUESTROS SUEÑOS.
Quizás un estudiante:     una mente desplegada como una
         peonía rojinegra
capullo trunco, apagado en por cientos, desertor
-Tus diarios Patricia:      tus poemas Douglas:      pero los golpes
         repetidos
en espinazos cuya esperanza eras tú, en el tuyo:
ver esa extinción y decidir.
-Y ahora ella vuelve el rostro radiante hacia la nueva mañana
          en la nueva aula
nueva en su belleza su piel sus pestañas su vivaz cuerpo:
La raza, la clase… todo eso… ¿acaso no es sólo historia?
¿No se aburre la gente con todo eso?

Ella podría ser

yo misma a los diecinueve años     pero libre de reverencia
         hacia ideas pasadas
ignorante de las esperanzas que se acumulan sobre ella      Es
         una sirena
momentáneamente precipitada de una solución
que podría detener su corazón      Ella podría nadar o hundirse
como un hermoso cristal.


Adrienne Rich, Baltimore, 1929- Santa Cruz, 2012
de Inscripciones
en Oscuros Campos de la República, Poemas 1991-1995, Editorial Norma, Barcelona, 1999
Traducción de Jorge Yglesias

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james merrill. manos karastefanes

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Manos Karastefanes
La muerte se llevó a mi padre.
El mismo año (yo tenía doce)
la madre de Thanási me enseñó
el cielo y el infierno.
Ninguno de mis amigos del ejército
me llamaba por mi nombre
yo era ‘Estilo’ o ‘A la moda’.
Tenía un amigo, mi cuerpo,
y tardes en el gimnasio.
luchando con mi oponente,
que usaba para aislarme
de él.
El doctor salvó mi rodilla.
Tu viniste a la clínica
trayendo Guerra y Paz,
mejor que cualquier película.
¿Por qué sonríes?
Luché limpio, luché bien,
sin lastimar a mi oponente,
para ganar este cinturón negro.
¿Por qué estás callado?
Te traje un queso blanco
de mi isla, y el sonido del mar
en una concha.
James Merril, New York, 1926- Tucson, 1995
Versión © Silvia Camerotto
Manos Karastefanes
Death took my father.
The same year (I was twelve)
Thanási’s mother taught me
Heaven and hell.

None of my army buddies
Called me by name—
Just ‘Styles’ or ‘Fashion Plate’.
One friend I had, my body,

And, evenings at the gym
Contending with another,
Used it to isolate
Myself from him.

The doctor saved my knee.
You came to the clinic
Bringing War and Peace,
Better than any movie.

Why are you smiling?
I fought fair, I fought well,
Not hurting my opponent,
To win this black belt.

Why are you silent?
I’ve brought you a white cheese 
From my island, and the sea’s
Voice in a shell. 

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edna st. vincent millay. ínterin




Ínterin

¡La habitación está llena de ti! Cuando llegué
y cerré la puerta, de repente
algo en el aire, intangible,
aunque cargado de significado, ¡enfermó mis sentidos!

Olores fuertes y desconocidos han destruido
el querido sello de cada habitación.
El denso aroma de las flores húmedas y fúnebres,
la esencia misma, de la Muerte, destilada en silencio,
ha asfixiado ese aliento acostumbrado del hogar
cuya expiración mata todas las casas;
y donde quiera que mire hay un cambio aterrador.
Salvo aquí. Aquí fue como si una puerta sofocada por la maleza
se hubiera abierto al tocarla, y yo accediera
a algún olvidado, encantado, extraño,
amable jardín de hace mil años
y de repente pensé: «¡He estado aquí antes!»

Tú no estás aquí. Sé que te has ido,
y no volverás a entrar nunca más.
Y sin embargo, me parece, debo decirlo,
que tu paso silencioso debería resurgir en el pasillo;
cuando diera vuelta la cabeza, para que tus dulces ojos
me besaran desde la puerta. ¡Tan poco tiempo
para enseñar a mi vida la transposición a
este signo difícil e inusual!
La habitación está como la dejaste; tu último toque
una presión irreflexiva, no sabiéndose a tí misma
como santa consagra ahora cada cosa simple;
consagra y glorifica, y brilla entre
los dedos grises del polvo como una luz blindada.

Está tu libro, tal como lo dejaste,
de cara a la mesa, —¡no puedo creer
que te hayas ido! —En aquel momento me pareció
que estarías aquí. Apenas sonriendo al pensar
que el sueño había sido tan real;
sin embargo, lo supe antes de sonreír, y permanecí quieto.
Ese libro desplegado, ¡tal como lo dejaste!
Quizás pensaste: “Me pregunto qué viene después,
y si esto o esto será el final”;
así que te levantaste, y lo dejaste, pensando en regresar.

Tal vez esa silla, cuando te levantaste y te
desvaneciste de la habitación, se meció en silencio por un rato
antes de quedarse quieta otra vez. Cuando te fuiste
para siempre de la habitación, tal vez esa silla,
agitada por tu movimiento, se meció un poco,
en silencio, en un vaivén…

Y aquí están las últimas palabras que escribieron tus dedos,
garabateadas en grandes caracteres sobre una página
de este libro marrón que te di. Aquí tu mano,
guiando tu pluma rápida, se movió hacia arriba y hacia abajo.
Aquí con un rulo cruzaste una “t”
y aquí otro igual, justo debajo
de estas dos excéntricas “ees”. ¡Eras tan pequeña,
y tan valiente al escribir!
¡Qué extraño es que
de todas las palabras, estas sean las palabras que elegiste!
Y, sin embargo, una elección sencilla; no sabías que
no escribirías otra vez. Si lo hubieras sabido—
pero bueno, no importa, —y de hecho
si hubieras sabido que quedaba tan poco tiempo
hubieras dejado tu pluma caer y hubieras venido a mí
y esta página estaría vacía, y alguna frase
además de esta mantendría ahora mi fascinación.
Sin embargo, dado que no lo sabías, y sucedió
que estas son las últimas palabras que tus dedos escribieron,
hay una dignidad que algunos podrían no ver
en ello, “Escogí la primera alverjilla hoy”.
¡Hoy! ¿Había un capullo abierto a su lado
que dejaste hasta mañana? —O mi amor,
las cosas que se marchitaron, —y no regresaste
ese día me llenaste el círculo de mis brazos
que ahora está vacío. (¡Oh mi vida vacía!)
Ese día —ese día en que elegiste la primera alverjilla,
¡y la trajiste para que la viera! Recuerdo
con terrible claridad cómo el olor
de tus frescos jardines te acompañaban.
Lo sé, lo sostuviste para que yo lo viera
y te sonrojaste porque no miré la flor
sino a tu rostro; y cuando detrás de mi mirada
viste una intención inconfundible
te reíste y frotaste tu flor contra mis labios.
(Eras la cosa más bella que Dios alguna vez haya hecho,
creo.) Y luego tus manos sobre mi corazón
trazaron su tallo en una unión,
y mientras tu cabeza estaba inclinada te besé el pelo.
Me pregunto si lo sabías (¡Amadas manos!
De algún modo no puedo verlas quietas.
De algún modo no puedo ver el polvo
en tu cabello luminoso.) ¿Por qué necesitar el Cielo
cuando la tierra puede ser tan dulce? —Si solo Dios
nos hubiera permitido amarnos, —¡y mostrarle al mundo la manera!
¡Extrañas anulaciones deben teñir los libros eternos
cuando el amor anulado trae la respuesta correcta!
¡Esa primera alverjilla! Me pregunto dónde está.
Me parece que la dejé en alguna parte,
y sin embargo, —no estoy seguro. No estoy seguro,
incluso, de si era blanca o rosa; para entonces
era igual a cualquier flor para mí
excepto que fue la primera. No lo sabía
entonces, que sería la última. De haber sabido—
de todos modos, no importa. Es extraño qué pocas,
después de todo lo dicho y hecho, son las cosas
del momento.
¡Pocas de hecho! ¡Cuando puedo hacer
una cuerda para colgar el mundo con diez breves palabras!
“Te tuve a ti y ya no te tengo más”.
Ahí, ahí cuelga, —¿dónde está la pequeña verdad
que puede mantenerse en pie durante mucho tiempo
cuando sus sílabas sueltas se ajustan a un pensamiento?
¡Aquí, déjame escribirlo! ¡Deseo ver
cómo se ve una cosa así en papel!

“Te tuve a ti y ya no te tengo más”.

O pequeñas palabras, ¿cómo pueden correr tan imparciales
por la página, bajo el peso que tienen?
¿Cómo pueden desmoronarse, aquellas a quienes ese tema
ha unido, y de aquí en más ayudan
con expresión trivial, eso que ha sido
tan terriblemente digno? —¡Será Dios
quien desgarrándote rompa el hilo
con que yo te he enhebrado! Será Dios —¡oh Dios, mi mente
se divide en esta exhibición despiadada
de imágenes! ¡Oh, déjame dormir un rato!
¿Podría dormir y despertar para encontrarme de nuevo
en esa dulce tarde de verano contigo?
¿Verano? ¡Todavía es verano según el calendario!
¡Cuán fácilmente podría Dios, si así lo deseara,
dar marcha atrás el mundo una pequeña vuelta o dos!
¡Corregir sus penas y traer sus alegrías otra vez!

Éramos tan completamente uno que no pensé
que podríamos morir separados. No pensé
que podría moverme, ¡y tú estarás rígida e inmóvil!
que podría hablar, ¡y tú, fatalmente muda!
Creo que las cuerdas de nuestros corazones eran, la urdimbre y la trama
en una tela noble, entretejida;
tus filamentos dorados en un diseño nítido
atravesando mi fibra opaca. Y hoy
la franja brillante está desgarrada; el exquisito
diseño es destruido; parte de tu corazón
duele en mi pecho; parte de mi corazón yace helado
en la tierra húmeda contigo. He sido un fulano
partido en dos, y sufro por el resto de mí.
¿Qué es mi vida para mí? Y qué soy yo
para la vida, ¿un barco cuya estrella se ha apagado?
¿Un miedo que despierta perpetuamente en la noche
profunda, para encontrar sus sentidos tensos
contra las tensas cuerdas del aire tembloroso,
esperando el regreso de algún acorde de terror?

Oscuridad, Oscuridad, es todo lo que encuentro como metáfora;
el resto era contraste, -salvo que esa pared de contraste
se vino abajo, y todas las cosas opuestas fluyen juntas
en una vasta monotonía, donde la noche
y el día, y la escarcha y el deshielo, y la muerte y la vida,
son sinónimos ¿Y ahora qué y ahora qué son para mí
todos los pájaros charlatanes y las flores tontas
que plagan el mundo? ¡Tú eras mi canción!
¡Ahora, deja que la discordia grite! ¡Tú eras mi flor!
¡Ahora deja que el mundo cultive malas hierbas! Porque no
plantaré cosas sobre tu tumba- (¡el bálsamo habitual
de la pena convencional por su propia herida!)
Entre sensaciones que dan negativo
por tu eliminación continua hoy,
verdadera, sin mezclar, el elemento del dolor;
duelo; y no me burlaré de mi verdad
con parodias de sufrimiento, ni trataré
de representar su volumen incorpóreo
en pequeñas imágenes de desconsuelo.

No puedo llamarte de regreso; y no deseo
ningún sonido de mi voz inmaterial.
ni siquiera puedo dar vuelta mi cara de esta manera
u otra, y decir: “Mi cara se ha vuelto hacia ti”;
no sé dónde estás, no sé
si el Cielo te tiene o si la tierra transmuta,
cuerpo y alma, tú a la tierra otra vez;
pero esto sé: no por un segundo
insultaré mi vista con visiones
como la multitud crédula que ansiosa
contempla, auto conjurada, en el espacio vacío.
¡Deja que el mundo se lamente! ¡Deja que llore sus lágrimas fáciles!
¡Mi dolor será mudo!

¿Qué digo?
¡Dios! ¡Dios! —¡Dios ten piedad! ¿Me he vuelto loco
y debería escupir el rosario?
¿Tanto me he encogido? Será de Dios
que yo también pudiera sentir esa frenética fe cuyo roce
hace temporal el dolor más duradero;
aunque deba caminar un rato, como es costumbre,
¡con salvaje lamento! Yo también podría llorar
donde el mundo llora y cuelga sus lastimosas coronas
por sus nuevos muertos! No la Verdad, sino la Fe, es
eso lo que mantiene al mundo vivo. Si de repente
la fe disminuyera, esa fe inconsciente
que debe, lo sé, ser la piedra angular
de todos los creyentes, los pájaros que ahora vuelan sin temor
caerían en terror sobre la tierra;
los peces se ahogarían; y las riendas gobernantes
se enredarían en las frenéticas manos de Dios
¡y los mundos galopan de cabeza a la destrucción!

¡Oh Dios, lo veo ahora, y mi cerebro enfermo
se tambalea y se desvanece! Cuántas veces destella
sobre mi esta falta de aliento de visión repentina
en la que veo al universo desenrollarse
ante mí como un pergamino y leo a partir de ahí
Caos y Maldición, donde los planetas indefensos giran
confusamente, dando vueltas y vueltas, vueltas y vueltas,
como perinolas en una mesa, ganando velocidad
con cada giro, para vacilar en el borde
por un instante   haciendo un repaso y para estremecerse
y sacudirse hacia adelante fuera de la vista en el siguiente   

Ah, estoy agotado estoy cansado   
es demasiado no soy más que carne y hueso,
y debo dormir. Aunque estuvieras muerta otra vez,
no soy más que carne y sangre y debo dormir.

Edna St. Vincent Millay, Rockland, 1892- Austerlitz, 1950
De Renascence and Other PoemsHarper & Brothers Publishers, 1917
versión ©Silvia Camerotto


Interim

The room is full of you! As I came in
And closed the door behind me, all at once
A something in the air, intangible,
Yet stiff with meaning, struck my senses sick! —

Sharp, unfamiliar odors have destroyed
Each other room’s dear personality.
The heavy scent of damp, funereal flowers,—
The very essence, hush-distilled, of Death—
Has strangled that habitual breath of home
Whose expiration leaves all houses dead;
And wheresoe’er I look is hideous change.
Save here. Here ‘twas as if a weed-choked gate
Had opened at my touch, and I had stepped
Into some long-forgot, enchanted, strange,
Sweet garden of a thousand years ago
And suddenly thought, «I have been here before!»

You are not here. I know that you are gone,
And will not ever enter here again.
And yet it seems to me, if I should speak,
Your silent step must wake across the hall;
If I should turn my head, that your sweet eyes
Would kiss me from the door.—So short a time
To teach my life its transposition to
This difficult and unaccustomed key!—
The room is as you left it; your last touch—
A thoughtless pressure, knowing not itself
As saintly—hallows now each simple thing;
Hallows and glorifies, and glows between
The dust’s grey fingers like a shielded light.

There is your book, just as you laid it down,
Face to the table,—I cannot believe
That you are gone!—Just then it seemed to me
You must be here. I almost laughed to think
How like reality the dream had been;
Yet knew before I laughed, and so was still.
That book, outspread, just as you laid it down!
Perhaps you thought, «I wonder what comes next,
And whether this or this will be the end»;
So rose, and left it, thinking to return.

Perhaps that chair, when you arose and passed
Out of the room, rocked silently a while
Ere it again was still. When you were gone
Forever from the room, perhaps that chair,
Stirred by your movement, rocked a little while,
Silently, to and fro…

And here are the last words your fingers wrote,
Scrawled in broad characters across a page
In this brown book I gave you. Here your hand,
Guiding your rapid pen, moved up and down.
Here with a looping knot you crossed a «t,»
And here another like it, just beyond
These two eccentric «e’s.» You were so small,
And wrote so brave a hand!
How strange it seems
That of all words these are the words you chose!
And yet a simple choice; you did not know
You would not write again. If you had known—
But then, it does not matter,—and indeed
If you had known there was so little time
You would have dropped your pen and come to me
And this page would be empty, and some phrase
Other than this would hold my wonder now.
Yet, since you could not know, and it befell
That these are the last words your fingers wrote,
There is a dignity some might not see
In this, «I picked the first sweet-pea to-day.»
To-day! Was there an opening bud beside it
You left until to-morrow? —O my love,
The things that withered, —and you came not back
That day you filled this circle of my arms
That now is empty. (O my empty life!)
That day—that day you picked the first sweet-pea,—
And brought it in to show me! I recall
With terrible distinctness how the smell
Of your cool gardens drifted in with you.
I know, you held it up for me to see
And flushed because I looked not at the flower,
But at your face; and when behind my look
You saw such unmistakable intent
You laughed and brushed your flower against my lips.
(You were the fairest thing God ever made,
I think.) And then your hands above my heart
Drew down its stem into a fastening,
And while your head was bent I kissed your hair.
I wonder if you knew. (Beloved hands!
Somehow I cannot seem to see them still.
Somehow I cannot seem to see the dust
In your bright hair.) What is the need of Heaven
When earth can be so sweet? —If only God
Had let us love,—and show the world the way!
Strange cancellings must ink th’ eternal books
When love-crossed-out will bring the answer right!
That first sweet-pea! I wonder where it is.
It seems to me I laid it down somewhere,
And yet, —I am not sure. I am not sure,
Even, if it was white or pink; for then
‘Twas much like any other flower to me
Save that it was the first. I did not know
Then, that it was the last. If I had known—
But then, it does not matter. Strange how few,
After all’s said and done, the things that are
Of moment.
Few indeed! When I can make
Of ten small words a rope to hang the world!
«I had you and I have you now no more.»
There, there it dangles, —where’s the little truth
That can for long keep footing under that
When its slack syllables tighten to a thought?
Here, let me write it down! I wish to see
Just how a thing like that will look on paper!

«I had you and I have you now no more.»

O little words, how can you run so straight
Across the page, beneath the weight you bear?
How can you fall apart, whom such a theme
Has bound together, and hereafter aid
In trivial expression, that have been
So hideously dignified?—Would God
That tearing you apart would tear the thread
I strung you on! Would God—O God, my mind
Stretches asunder on this merciless rack
Of imagery! O, let me sleep a while!
Would I could sleep, and wake to find me back
In that sweet summer afternoon with you.
Summer? Tis summer still by the calendar!
How easily could God, if He so willed,
Set back the world a little turn or two!
Correct its griefs, and bring its joys again!

We were so wholly one I had not thought
That we could die apart. I had not thought
That I could move, —and you be stiff and still!
That I could speak, —and you perforce be dumb!
I think our heart-strings were, like warp and woof
In some firm fabric, woven in and out;
Your golden filaments in fair design
Across my duller fibre. And to-day
The shining strip is rent; the exquisite
Fine pattern is destroyed; part of your heart
Aches in my breast; part of my heart lies chilled
In the damp earth with you. I have been tom
In two, and suffer for the rest of me.
What is my life to me? And what am I
To life,—a ship whose star has guttered out?
A Fear that in the deep night starts awake
Perpetually, to find its senses strained
Against the taut strings of the quivering air,
Awaiting the return of some dread chord?

Dark, Dark, is all I find for metaphor;
All else were contrast,—save that contrast’s wall
Is down, and all opposed things flow together
Into a vast monotony, where night
And day, and frost and thaw, and death and life,
Are synonyms. What now—what now to me
Are all the jabbering birds and foolish flowers
That clutter up the world? You were my song!
Now, let discord scream! You were my flower!
Now let the world grow weeds! For I shall not
Plant things above your grave—(the common balm
Of the conventional woe for its own wound!)
Amid sensations rendered negative
By your elimination stands to-day,
Certain, unmixed, the element of grief;
I sorrow; and I shall not mock my truth
With travesties of suffering, nor seek
To effigy its incorporeal bulk
In little wry-faced images of woe.

I cannot call you back; and I desire
No utterance of my immaterial voice.
I cannot even turn my face this way
Or that, and say, «My face is turned to you»;
I know not where you are, I do not know
If Heaven hold you or if earth transmute,
Body and soul, you into earth again;
But this I know:—not for one second’s space
Shall I insult my sight with visionings
Such as the credulous crowd so eager-eyed
Beholds, self-conjured, in the empty air.
Let the world wail! Let drip its easy tears!
My sorrow shall be dumb!

—What do I say?
God! God! —God pity me! Am I gone mad
That I should spit upon a rosary?
Am I become so shrunken? Would to God
I too might feel that frenzied faith whose touch
Makes temporal the most enduring grief;
Though it must walk a while, as is its wont,
With wild lamenting! Would I too might weep
Where weeps the world and hangs its piteous wreaths
For its new dead! Not Truth, but Faith, it is
That keeps the world alive. If all at once
Faith were to slacken, —that unconscious faith
Which must, I know, yet be the corner-stone
Of all believing,—birds now flying fearless
Across would drop in terror to the earth;
Fishes would drown; and the all-governing reins
Would tangle in the frantic hands of God
And the worlds gallop headlong to destruction!

O God, I see it now, and my sick brain
Staggers and swoons! How often over me
Flashes this breathlessness of sudden sight
In which I see the universe unrolled
Before me like a scroll and read thereon
Chaos and Doom, where helpless planets whirl
Dizzily round and round and round and round,
Like tops across a table, gathering speed
With every spin, to waver on the edge
One instant—looking over—and the next
To shudder and lurch forward out of sight—

Ah, I am worn out—I am wearied out—
It is too much—I am but flesh and blood,
And I must sleep. Though you were dead again,
I am but flesh and blood and I must sleep. 

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richard wilbur. un agujero en el piso



Un agujero en el piso
Para Rene Magritte
El carpintero hizo un agujero
en el piso de la sala, y estoy parado
mirando fijo hacia abajo, ahora
a las cuatro de la tarde.
Como se paró Schliemann cuando su pala
sacudió las coronas de Troya.
Un serrín de golpe limpio brilla
sobre los grises listones gastados,
y hay una pila de viruta
de cuando colocaron el piso.
Son dorados, el color
de las cáscaras de manzana de las Hespérides.
Arrodillado, miro por debajo
donde las vigas se ocultan.
Una calle pura, apenas desarreglada
de a pedacitos y golpes de luz,
que penetran la profunda oscuridad
donde sus iguales se encontrarán.
El tubo del radiador
se eleva a media distancia
como un quiosco cerrado, parado
donde la única noticia es la noche.
Aquí no está pintado de verde,
como en el mundo visible.
Por el amor de Dios, ¿qué busco?
¿Algún tesoro o pequeño jardín?
¿O ese lugar inexplorado,
el alma misma de la casa,
donde el tiempo ha almacenado nuestros pasos
y la gran madeja de nuestras voces?
No estos, sino la extrañeza enterrada
que nutre lo conocido:
esa primavera desde la que la lámpara de pie
bebe ahora una flor más salvaje,
encendiendo el asiento damasco del amor
y toda la peligrosa habitación.
Richard Wilbur, New York, 1921- Belmont, 2017
De Advice to a Prophet and other poems, 1961
Versión ©Silvia Camerotto
A hole in the floor
 for Rene Magritte

The carpenter’s made a hole
In the parlor floor, and I’m standing
Staring down into it now
At four o’clock in the evening,
As Schliemann stood when his shovel
Knocked on the crowns of Troy.

A clean-cut sawdust sparkles
On the grey, shaggy laths,
And here is a cluster of shavings
From the time when the floor was laid.
They are silvery-gold, the color
Of Hesperian apple-parings.

Kneeling, I look in under
Where the joists go into hiding.
A pure street, faintly littered
With bits and strokes of light,
Enters the long darkness
Where its parallels will meet.

The radiator-pipe
Rises in middle distance
Like a shuttered kiosk, standing
Where the only news is night.
Here’s it’s not painted green,
As it is in the visible world.

For God’s sake, what am I after?
Some treasure, or tiny garden?
Or that untrodden place,
The house’s very soul,
Where time has stored our footbeats
And the long skein of our voices?

Not these, but the buried strangeness
Which nourishes the known:
That spring from which the floor-lamp
Drinks now a wilder bloom,
Inflaming the damask love-seat
And the whole dangerous room.

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charles wright. el arte menor de la defensa personal



El arte menor de la defensa personal
El paisaje nunca fue un tema, fue una técnica,
un método para medir,
                                    un andamio para la estructura.
Robé sus silencios, me metí en su tono y su grito.
El lenguaje siempre fue el tema, la idea de Dios
el fantasma que deambula sobre mi pequeño
mundo, mi portavoz de sentido,
                                    mi garra y mi afilado pico…
Charles Wright, Pickwick Dam, Tennessee, 1935
En The Early Poetry of Charles Wright, A Companion, 1960-1990, Robert D. Denham, McFarland & Company, Inc., Publishers. Jefferson, North Carolina and London, 2009
Versión ©Silvia Camerotto
The Minor Art of Self-defense
Landscape was never a subject matter, it was a technique,
A method of measure,
                                a scaffold for structuring.
I stole its silences, I stepped to its hue and cry.

Language was always the subject matter, the idea of God
The ghost that over my little world
Hovered, my mouthpiece for meaning,
                                                        my claw and bright beak …

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wallace stevens. 2 poemas de harmonium



***
Matices de un tema de Williams
Es extraño el coraje
que me das, antigua estrella:
¡Brilla sola en el amanecer
al que nada le das!
I
Brilla sola, brilla desnuda, brilla como el bronce,
que no refleja ni mi rostro ni nada dentro
de mi ser, brilla como el fuego, que nada refleja.
II
Nada des a ninguna humanidad que te cubra
con su propia luz.
No seas ilusión de la mañana,
mitad hombre, mitad estrella.
No seas una inteligencia,
como la viuda de un pájaro
o un caballo viejo.
***
El lugar de los solitarios
Que el lugar de los solitarios
sea un lugar de ondulación perpetua.
Ya sea en medio del mar
en el oscuro, verde molino,
o en las playas;
no debe detenerse
el movimiento, o el ruido del movimiento,
la renovación del ruido
y la múltiple continuidad;
y, sobre todo, del movimiento de la idea
y su constante repetición,
en el lugar de los solitarios,
que es un lugar de ondulación perpetua.
Wallace Stevens, Reading, 1879- Hartford, 1855
De Harmonium, Albert Knopf, New York, 1923
Versión ©Silvia Camerotto
***
Nuances of a Theme by Williams
 It’s a strange courage
 You give me, ancient star:

 Shine alone in the sunrise
 toward which you lend no part!

I
 Shine alone, shine nakedly, shine like bronze
 that reflects neither my face nor any inner part
 of my being, shine like fire, that mirrors nothing.
II
 Lend no part to any humanity that suffuses
 you in its own light.
 Be not chimera of morning,
 Half-man, half-star.
 Be not an intelligence,
 Like a widow’s bird
 Or an old horse.
***
The Place of the Solitaires
 Let the place of the solitaires
 Be a place of perpetual undulation.

 Whether it be in mid-sea
 On the dark, green water-wheel,
 Or on the beaches,
 There must be no cessation
 Of motion, or of the noise of motion,
 The renewal of noise
 And manifold continuation;

 And, most, of the motion of thought
 And its restless iteration,

 In the place of the solitaires,
 Which is to be a place of perpetual undulation.

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william carlos williams. la flor amarilla

La flor amarilla
¿Qué diré, porque hablar debo?
¿Que encontré la cura
para los enfermos?
No encontré ninguna cura
para los enfermos
sino esta flor torcida
a la que, con solo mirarla
todos los hombres
se curan. Esta
es esa flor 
por la que todos los hombres
cantan sus himnos de alabanza
en secreto. ¡Esta
es esa flor
sagrada!
¿Es posible?
¿Una flor tan torcida
y oscura? Es
una flor de mostaza
y no es una flor de mostaza,
un solo ramo
cubriendo el tallo deforme
de hojas carnosas
en este clima helado
bajo vidrio.
Una flor desgarbada y
antinatural,
en este clima; lo
que pudiera ser la razón
de que me haya elegido
para retenerme, boquiabierto,
sujeto frente a la ventana,
en el frío,
mi voluntad
escurriéndose de mi
para que solo tenga ojos
para estos torcidos,
pétalos amarillos      .      ?
Que el cuadro,
aunque extraño para mí,
debe ser habitual,
está claro: hay flores así
con hojas así
inherentes a algún clima
que pueden llamar
propio. 
Pero ¿por qué la tortura
y la fuga a través de
la flor? Es como
si Miguel Ángel
hubiera creado el tema
de sus Esclavos de ella
-o podría haberlo hecho.
Acaso ¿no hizo
florecer el mármol? 
Estoy triste
como él estaba triste
a su manera heroica.
Pero también 
tengo ojos
que están hechos para ver y si
ellos ven ruina para mí
y para todo lo que
amo, ellos también
ven
a través de los ojos
y a través de los labios
y la lengua el poder
de liberarme
y hablar de ello, como
Miguel Ángel a través de sus manos
tuvo el mismo, sino más grande,
poder.
Lo que deja, por responder,
los cuerpos torturados
de
los propios esclavos
el cuerpo torturado de mi flor
que no es una ninguna flor de mostaza 
sino una flor sin identificar
y de otro mundo
para que yo la naturalice
y la aclimate
 y la haga mía.



William Carlos Williams, Rutherford, 1883-1963
Versión © Silvia Camerotto


 Yellow Flower

What shall I say, because talk I must?
      That I have found a cure
              for the sick?
I have found no cure
      for the sick
            but this crooked flower
which only to look upon
      all men
           are cured. This
is that flower
      for which all men
          sing secretly their hymns
of praise. This
      is that sacred
          flower!
Can this be so?
      A flower so crooked
         and obscure?  It is
a mustard flower
       and not a mustard flower,
         a single spray
topping the deformed stem
        of fleshy leaves
          in this freezing weather
under glass.
An ungainly flower and
        an unnatural one,
           in this climate; what
can be the reason
        that it has picked me out
           to hold me, openmouthed,
rooted before this window
        in the cold,
            my will
drained from me
        so that I have only eyes
            for these yellow,
twisted petals    
 .       ?
That the sight,
        though strange to me,
            must be a common one,
is clear: there are such flowers
        with such leaves
            native to some climate
which they can call
        their own.
But why the torture
        and the escape through
            the flower? It is
as if Michelangelo
        had conceived the subject
            of his Slaves from this
-or might have done so.
        And did he not make
            the marble bloom? I
am sad
        as he was sad
            in his heroic mood.
But also
        I have eyes
            that are made to see and if
they see ruin for myself
        and all that I hold
            dear, they see
also
        through the eyes
            and through the lips
and tongue the power
        to free myself
            and speak of it, as
Michelangelo through his hands
         had the same, if greater,
            power.
Which leaves, to account for,
         the tortured bodies
            of
the slaves themselves
    and
       the tortured body of my flower
which is not a mustard flower at all
       but some unrecognized
             and unearthly flower
for me to naturalize
       and acclimate
             and choose it for my own.

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wallace stevens. lo sublime norteamericano



Lo sublime norteamericano
¿Cómo se para uno
a contemplar lo sublime,
a enfrentar a los chistosos,
que toman el pelo,
y los pares enchapados?
Cuando el general Jackson
posó para su estatua
supo lo que se siente.
¿Debe el hombre andar descalzo,
inmutable y en blanco?
Pero ¿cómo sentirse?
Uno crece acostumbrado al clima;
el paisaje y todo eso;
y lo sublime baja
al espíritu mismo,
espíritu y espacio,
el espíritu vacío
en un espacio desocupado.
¿Qué vino hay que beber?
¿Qué pan hay que comer?
Wallace Stevens, Reading, 1879-Hartford, 1955
En Collected Poetry and Prose, Ed. Frank Kermode and Joan Richardson, New York, Library of America, 1997
Versión ©Silvia Camerotto
The American Sublime
How does one stand
To behold the sublime,
To confront the mockers,
The mickey mockers
And plated pairs?
When General Jackson
Posed for his statue
He knew how one feels.
Shall a man go barefoot
Blinking and blank?
But how does one feel?
One grows used to the weather,
The landscape and that;
And the sublime comes down
To the spirit itself,
The spirit and space,
The empty spirit
In vacant space.
What wine does one drink?
What bread does one eat?

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sam hamill. un canto pisano (parte I)



Un Canto Pisano
A Gray Foster
Io fei gibetto a me de le mie case
—Dante, Inferno XIII
(Parte I)
Puedes volar toda la noche sobre el Atlántico
        con tiempo para ver el amanecer más azul y luminoso
                emergiendo mientras cruzas los Alpes, puntas de alas
que brillan,
        una niebla azul-amarilla en el horizonte—
y planear sobre sembradíos verdes y marrones,
        olivos entre la brisa,
pinos y olivos, descender
        a medida que el cielo se ilumina más,
hacia Milano—

y yo, emergiendo de las entrañas de Hades,
        habiendo probado el Leteo,
emergiendo desde la oscura noche de mi nación,
        desde mi propia noche más oscura,
magullado por una timidez que flaquea.

Pero salir no es
        salir del camino.
¡Caritas! ¡Caritas!” canta mi Olga,
        trayendo el corazón de los griegos,
antiguos y modernos, a su lengua adoptiva.
        Caritas, Kannon—
un templo no es un negocio…
        ¿Quién traicionaría
los votos de un monje?

No navegues hacia un Paraíso artificial
        construido con modas y dinero—
lugar donde crucificaron a Il Duce la segunda vez,
       ¿y quién puede culparlos?
Y ahora otro Jefe en la Casa Blanca,

       exporta un estado fascista,
hombre de fortuna
       cuyo verdadero nombre surgirá—
sino entran al renovado viejo mundo, viejos errores repetidos,
       los trabajadores y las prostitutas de Pavese
en un tren codeándose con abogados
       con trajes que cuestan más
que mi ermita en los bosques.

No soy Odiseo, sino un monje de una orden de poetas,
        un viajero en Toscana, un turista en Venecia.
“No viajes solo para conocer lugares famosos,
        no solo para admirar el pasado,”
el maestro de haiku ordenó, “sino para aprender
        a aceptar la generosidad de los extraños.”
He conocido tal generosidad, casi más
       de lo que uno puede soportar,
y el sufrimiento también, y
        no hubo ni un poco de cólera en mi viaje.

El camino es el hogar en sí mismo.

Tomaré mi café en la Piazza
        y aprenderé a decir Por favor y Gracias.
No soy un Ezra, llamando a sus dioses
        en su hora de desolación,
aunque siento desolación en mi hora,
      no la pantera en la jaula,

estudiando a Confucio.
 
Conozco a Chung Ni, poeta que soy,
        conozco al maestro; llámame
hijo de Lu Chi que censuró la puerta—
        dos décadas de los clásicos.
La Gran tragedia de mi generación, dijo KR,
        es que ya no es posible
conocer la poesía del mundo.

“Extender el propio conocimiento al máximo,”
        dize Ez como K’ung-fu Tzu.
La paz comienza solo en el corazón:
        el poema como koan o caja:
el modelo dado no es la respuesta,
        pero aporta
una dirección: “IRÉ a la puerta
        SERÉ un romántico…”
per ejemplo, la medida idiomática de Creeley
        que escribí en un pizarrón hace años

 y desafié a los másters en Bellas Artes de una prestigiosa institución,
        “Adelante, analízenla.”
El gran esfuerzo por liberar al verso americano
       de los dictados del yambo.
Componer de a verso porque es más honesto
       que el pulso del metrónomo.
Charlie Olson descubrió las ventajas
        de la máquina de escribir, por primera vez,
en Saint Liz, de visita a Ez, leyendo un borrador
        de los Cantos Pisanos.

Todo Romance, de los Á-á-á-árabes.
        bombardeando la cuna
de la civilización, este Presidente se mofa,
        traduciendo “arbusto” del español
a “bush,” que pasa como humorada,
        imagino, en algunas partes de Texas.
Petróleo y sangre también de la cuna,
        meciéndose salvajemente,
¿hombre de qué dios, de qué destructor?
        No entregaré mi Constitución:
Madison representaba algo:
       un poco de dignidad, un poco de justicia
el derecho a leer y a hablar en paz,

        a continuar con el romance que ellos, Á-á-á-árabes nos heredaron.

Y la rima, también, del árabe,
        y la sagrada caligrafía del áleph:
mezclada en Provenza con francés e italiano,
        La langue d’Oc cambió la poesía occidental para siempre.
Todas nacidas entre el Tigris y el Éufrates,
        la cuna que el Arbusto ha disparado.
¡No tires bombas sobre un pueblo
        cuya poesía no has leído!
Y si tu canto no es al menos
        tan bello como el silencio,
mantén la boca cerrada,
        dice el proverbio árabe—
tradiciones convertidas al inglés, perfeccionadas
        por “nuestro hermano Percy”
mientras paseaba por el Arno en Pisa.

Y no lejos de Pisa, cerca de Coltano,
        el centro del CDE,
construido por los fascistas para instalar una ciudad justa
       de rojos y católicos
que se oponían, luego para los aliados,
        donde la pantera fue enjaulada
y comenzaron los Cantos Pisanos.
        Hoy día a quince minutos en auto,

desde el noble y antiguo hotel Royal Victoria,
         el preferido de Dickens y D’Annunzio
(Vi su libro de visitas)
        donde Lady Churchill comentó,
“El hotel
        es bastante apropiado.”

Quince minutos en auto,
        a través del Arno hacia calles angostas
arboladas con pinos rojos,
        a través de granjas cuyos suelos
tienen el color mismo del petróleo, Piero al volante,

        y Alessandro, en el asiento de atrás,
dando indicaciones—a Coltano,
        un pueblo del tamaño de un meñique,
una vieja escuela de rejas oxidadas hecha pedazos,
        un molino, una casa de campo bien mantenida
al lado de las pobres,
        el olor de la lluvia de anoche,
y una pequeña tienda como las de los pueblos de montaña
        de Japón, oliendo a pescado
chorreando aceite de oliva,
        hormas de queso, aceitunas,
un cerdo entero, todo bajo vidrio,
        a donde fuimos para pedir indicaciones.

Inmensa tragedia
        sobre los hombros caídos del viejo partisano,

pero hay coraje en su mirada, desconcierto en su lengua
        cuando le preguntamos sobre la ubicación
del CDE:
        “¿Son fascistas?”
Luego, aliviado, señaló el camino…

Caminamos hacia el este y regresamos; al norte y regresamos,

        rica tierra negra de los campos,
perros atados ladrando, moviendo sus colas,
        palomas colilargas
a lo largo de los cables de alta tensión—barro por todos lados—
        “El quinto elemento,
BARRO, dj Napoleón”—
        y aún puedes oler el aroma a menta dulce
Ez olía bajo su carpa,
        en su jaula, viejo león
llamando a sus dioses
        en su hora de desolación,
sin que el poeta se quebrara
        todavía “estúpido prejuicio suburbano,”

y aquí un caballo blanco al lado del camino
        masticando diente de león, preferido en ensaladas,
algo dulce, del tamaño y forma
        de las hojas del amargón,
y más allá de los campos,
        grises nubes marmóreas sobre Taishán,
apenas una montaña
        bajo los estándares chinos—

Los estándares chinos según los que él midió al hombre,

        los Cuatro Libros de Legge, el Ta Hsueh,
el más importante entre ellos,
        gran saber
exigiendo precisión—
        para conocer el origen
y lograr un método ordenado de procedimiento—
        un método ordenado de procedimiento
nacido del respeto a nuestros mayores…
        un hallazgo una noble tradición…

Mes frères pueden hablar de justicia, libertá,
        pero toda dignidad está en el acto,
en la amistad o alianza sostenida,

        no es un Paraíso artificial,
sino la propia bondad.

Odi et amo. A las orillas del Po, Catullo
        sintió la puñalada en la espalda
y vivió para contarlo… y vivió para cantar
        su gloriosa diatriba.
Y otro:
        Et tu, Brute?
¿Quién desharía el templo de la palabra?
        Un demonio sonriente
de venenoso encanto,
        con la máscara de Jano.
Desperté sudando. ¿Quién desharía
        la casa de la poesía,
quién encendería mi infierno?
        Crucé el Arno,
el arco de piedra del puente, justo al amanecer,
        debajo, la torre del reloj,
acongojado, y había tres pájaros blancos en el agua.

El primer paso al infierno
        es demonizar,
crear un otro: Berlusconi
        llama rojos a sus detractores,
y Bush habla de su tolerancia al terror
        mientras destroza nuestra Constitución,
una plaga sobre los propósitos de Madison,

        los ricos sirviendo a los ricos
no menos que en las casas feudales,
        los Médici americanos
llenando los bolsillos de los ignominiosos ricos
        con sangre árabe y con petróleo árabe,
y dónde están sus esplendores,
        nuestros Médici texanos, donde
sus marcas de civilización—

cenizas y escombros y una sonrisita;
bombas de dispersión, bombas inteligentes…

con una explosión y después un gemido, Possum.

Alessandro dice que los niños
están olvidando rápido 
cómo todo esto sucedió antes.
De allí el programa educativo
“para mantener viva la memoria.”
Dove sta memora?

A menos que nuestros antiguos amigos olviden—
¡ah, Catulo! por supuesto el peor es aquel
que una vez fue un aliado,
que una vez fue nuestro partisano.
Dante tenía un lugar para aquellos que deshonraban la palabra.
He visto la celda de Ugolino, un viejo salón deteriorado
en la esquina de la plaza
enfrente de la elegancia de los Médici.
Dante, bajo sentencia de muerte,
compuso su infierno, creó su Paradiso.
Maldijo y alabó.

En Coltano, yo recordé,
        y en Venecia,
y en la radio en Florencia—
        Poeta americano en la radio italiana otra vez,
sesenta años después,
        para hablar en contra de los fascistas—
si la poesía es la religión del poeta,

        ¿qué ocurre con la práctica
cuando se rompe un credo sagrado?
        Kannon, Kannon,

un Presidente diciendo mentiras que llevan a una masacre,

periodistas repitiendo mentiras que llevan a una masacre,
¿y qué importan un poco de heces en tu hamburguesa
si no impiden la producción
y por lo tanto aseguran una ganancia?

        contra naturam

Una polilla escapa por la chimenea

y las naciones se desmoronan. Un Presidente miente
y una nación yace entre escombros. Cuando
no podemos confiar en nuestros aliados,
las artes de una poesía allanada sufren,
y cuando no hay armonía en el corazón,
cuando no hay fidelidad a la palabra en nuestro corazón,
no puede haber lealtad.
No humanitas.

Con usura
hemos entrado en otra era de salvajismo,

las antigüedades de Bagdad saqueadas,
las maravillas del mundo vendidas para ganar dinero,
ninguna casa de buena piedra,
ningún Paraíso fabricado con palabras o madera,
ningún templo hecho de palabras,
ninguna convicción real, ningún sacrificio por el bien común,
ni carácter en el hombre,
ni integridad en el trabajo,
ni en el poema,

ni Hikmet levantándose de la cloaca
y mirando frente a frente a sus opresores
        con una canción en su corazón
y el coraje necesario para cantar…
ni don Pablo Neruda,
ni convicción real.

El arte no es un negocio contable.
Aunque los granos deban contarse.

Lo que es creado para perdurar,
        lo que es creado para vivir con ello,
no puede ser tratado como mercancía,
       es uno con la naturaleza.
Es naturaleza. Es nuestra naturaleza
        sanando el corazón con un canto.
Para ser hacedores, no destructores.

En Coltano, donde el poeta fue enjaulado,
        yo recordé.
Y encontré, al final, justo al sur del camino,
        más allá de la angosta población de pinos,

una simple bandera, una pequeña cruz atada a mano
        en un pequeño cuadrado de enebros,
una marca en el suelo
        donde hubo una piedra
hasta que el alcalde de Pisa la retiró
        para sofocar las disputas
de los Rojos y los Negros,
        pero la disputa es eterna—

ahora solo una hoja de papel, unos pocos hechos tristes

        protegidos de la llovizna
con plástico, donde los fascistas retuvieron
        35,000, una ciudad pequeña,
dijo Alessandro, ahora grandes campos de silencio
        vacíos, surcos abiertos en línea recta
donde Ezra se sentaba, detenido por los Aliados,
       leyendo las nubes,
buscando en el horizonte
        la blanca cúpula bautismal,
la punta de alabastro de la torre,
        pantera enjaulada
con sus Cuatro Libros de Confucio,
        sin evaluar aún
el dolor y las ruinas de su soberbia.

Viejo Ez, el chico de Idaho,
        perdido entre los Médici.
Y aún a pesar de sus errores, su ruina

        hay gran belleza
y no poca sabiduría.

Unas semanas antes, Camilla nos condujo
        a Rivalta, 

la gran mansión medieval
        millas atravesando los anchos campos,
Piacenza,
        el almacén con gruesos jamones colgados
y quesos fuertes,
        la bodega llena hasta el techo,
enfrente una cena por la que morir
        me miraba con ojos penetrantes
y gritó, “¡Demasiados errores!”
        “¡Comentemos errores!”
Gray y yo la alabamos,
        y nuestra amiga Sara la alabó,
y Camilla grito, “¡Demasiados errores!”

Dulce Camilla, una Ezra,
        tan bella, tan decidida
a orquestar la perfección: la lucha
        para organizar el festival de literatura, para encontrar

la rosa entre el polvo de acero,
        flor de lo eterno
en el corazón transitorio del viajero.
        La flor que es
la enseñanza del Buda.

Oh, Italia, qué gente, qué bondad
        en los corazones de la gente—
el alcalde de San Giuliano
        me llevó a hablar con el concejo

y me entregó el estandarte de arco iris:
        Pace, un símbolo.
Arturo me trae mis poemas de Bolzano,
        recién traducidos al italiano,
y también poemas de Alessandro.
         Y cuando hablo en contra de la guerra,
hay lágrimas en los ojos de Sara
         mientras traduce
al francés: Vaison la romaine,
        Provence,
lugar de nacimiento de los románticos occidentales—
        primera vez, dice ella,
que lloró en público.
        Y lágrimas otra vez, escuchando
en Livorno.

¡Ayyyy! grita Tales,
        no tienen esperanza
aquellos que no tienen nada más.
        Donde hay Kannon,
hay Kali, el destructor.
        Creer en la poesía
es creer que el corazón puede abrirse,

        y en el negocio del corazón
la economía es ruina.

Le Paradis n’est pas artificiel


Olga lo ha encarnado en su canto,
        y el viejo Billyum,
traduciendo Neruda, casi anónimo
        en las nieves de Spokane.
El arte del traductor es deducción
        provisional, el arte
de lo invisible. Y también yo
        he encontrado vida entre los muertos.
Todo está allí— no en el don
      sino en el dar,
viviendo de acuerdo a las pocas palabras elegidas
      a las que somos fieles
y por las que morimos cuando llega el momento—
      solo unas pocas palabras,

[porque es tan difícil

recibir noticias de poesía,
noticias que permanezcan noticias]

libertá, justicia y piedad,
un poco de amor para derretir el corazón en el invierno adormecido,
un poco de convicción por la que vivir.


Hayden la encarna,
         y el dulce William—
la que está hecha para soportar, para vivir con ella.

He tratado de construir un Paraíso,
        un templo para la poesía.
Ahora amenaza con desmoronarse.
        ¿Es esta mi soberbia? ¿El Paraíso
revelado por el ojo de su hacedor?
        No soy
el megalómano Ezra,
        aunque lo amo,
dolorido por sus errores,
        sino que soy un americano
donde estuvo su jaula una vez,
Donde el viejo invocó a sus dioses.
Tengo mis propios errores con los que vivir.

“Cuando estudio el trabajo de los Maestros,

 observo cómo funcionan sus mentes.”

Aquí los grandes surcos para la siembra,
        profusas filas de pinos bordeando el camino

hacia y desde Coltano,
        tórtolas silenciosas,
perros de granja y perros de mansión ladrando todavía,
        y detrás de la tienda, un pequeño club
donde los Partisanos todavía bailan los fines de semana,
        el agradable aroma del humo de la leña,
todo pasa.

Palmas juntas: gassho.
Kannon, Kannon, mañana
        el largo camino a casa,
largo camino extendiéndose detrás:
el viaje es el hogar en sí mismo.

Permanezco despierto en mi cama estrecha,

        sudando, a orillas del Leteo,
escuchando las voces de mis muertos:
        “Esto perros cobardes
de la burguesía Capitalista,”
        KR recitó, y, “Yo escribo poesía
para seducir a las mujeres … y para derrocar
        al sistema Capitalista—
en ese orden,” y su gran carcajada.
        Y el viejo Tom,
fiel a una revolución perdida,
        “El tiempo llega,
tengo mi arma.” Y así fue.
        Y mató a un hombre.
Y lo atormentó por el resto de sus días. Aquel que podía cantar
        como nadie en su
gran alegría irlandesa y su gran tristeza irlandesa.
        Y la querida Denise
que encontró compasión
        incluso en “esos gemidos que hacen los hombres,”
sus sencillos vestidos de algodón y su té,
        como acero en su convicción.
Y las guerras llegaron y las guerras cambiaron.
        Otro país del Tercer Mundo.
Nosotros defendíamos algo—
        la palabra copiosamente escrita a gran escala:
para ser hacedores, no destructores.

A poet against Bush
A poet against war


He hecho un regalo, sea cual fuere su valor.
Defiendo algo.

El límite entre ser asesinos

y los cómplices de asesinos
        y la verdadera Resistencia
existe en verdad—cf.
        Albert Camus—
y yo en una tienda de campaña de la Marina,
        Okinawa, hace cuarenta años—
y el límite entre
        falsedad y verdad.
Por unas pocas palabras claras y mucha práctica,
        la visión.

Unas pocas palabras pueden cambiar una vida,

        que es un mundo.
Reúno a mis maestros 
        en mi hora de desolación.
La respuesta está en la poesía.
        La poesía
es mi respuesta.
      Rumi después
de septiembre 11;
      Hikmet frente a la opresión;

y Hayden y Merwin,
        Adrienne, et alia
para casi todo—
        pero siempre el misterio—
kado—el camino de la poesía.

Kannon, Kannon,

el poema es un misterio, sin importar
        con cuánta destreza:
es una cosa hecha
        que encarna la naturaleza.
Y como el Zen,
        cuanto más lo discutimos,
más nos alejamos…

Bien, al menos tengo unos cuantos maestros.

Tengo mi práctica.

Hayden dice desde que su ex
        arregló
el pequeño granero donde escribió durante todos esos años,
        “Ya no huele a pis de vaca
cuando llueve aquí.” Quien sabe algo
        sobre Trovadores y el camino de la poesía,
sobre un Paraíso hecho de palabras, sabe

        que no hay Paraíso,
sino que hay un Infierno también en él—
Sam Hamill, Utah, 1943- 2018
En Sam Hamill, Almost Paradise: new and selected poems and translations, Shambhala, Boston & London, 2005

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Versión ©Silvia Camerotto

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